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Editorial

Retirada pragmática

El calendario oficial presentado por el presidente Obama para la prometida retirada de las tropas estadounidenses de Irak refleja la prudencia del nuevo inquilino de la Casa Blanca que, atendiendo los informes de sus asesores militares, ha aceptado dilatar de 16 a 19 meses el plazo comprometido con sus electores. Pese a la decepción que el ritmo de la retirada puede causar en las filas demócratas más ansiosas de dar carpetazo a la herencia de Bush, Obama ha optado por el pragmatismo renunciando a gestos que podrían beneficiar su imagen de cambio pero también poner en peligro la seguridad en un territorio tan frágil como Irak. La decisión prometida trata de garantizar ante sus conciudadanos el máximo de protección del que pueden dotarse los integrantes de unas fuerzas armadas comprometidas en regiones conflictivas reduciendo su número. Pero junto a ello persigue un doble objetivo. Por una parte, racionalizar el empleo de los medios humanos y materiales de las tropas estadounidenses en el exterior, reorientando los esfuerzos para la estabilización de Afganistán una vez que la situación en Irak parece encarrilada hacia una apreciable normalización democrática. Por la otra, enviar un mensaje de distensión y transmitir un deseo de diálogo hacia los países de la zona que, como en el caso de Siria e Irán, pueden ser fuente potencial de conflicto y origen o retaguardia del extremismo violento.

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El hecho de que los plazos de retirada de las unidades con misiones de combate se prolonguen hasta el último día de agosto de 2010 permitirá evaluar si su anuncio y los primeros pasos de su aplicación surten los efectos deseados. De hecho el presidente Obama ha dado crédito a sus asesores y, especialmente, al general David Petraeus, al expresar que si la situación se degradase en paralelo a la salida de las tropas, no dudará en reconsiderar la retirada. Además, el mantenimiento a partir de la citada fecha de entre 35.000 y 50.000 soldados estadounidenses, aunque sea en tareas de adiestramiento y asesoramiento, supone disponer de un contingente más que apreciable frente a cualquier crisis que pudiera desatarse en territorio iraquí. Pero lo fundamental es que la evacuación de las tropas operativas de EE UU contribuya a que las instituciones iraquíes asuman su responsabilidad respecto a la seguridad de la población y a apuntalar la autonomía y la unidad constitucional del país.