Editorial

Reconstruir cimientos

El año fiscal en EE UU terminará acumulando un déficit público de 1,75 billones de dólares según los cálculos de la Administración Obama, superando con creces la previsión hecha hace un año y alcanzando un 12,3% del PIB. Las líneas generales del presupuesto expuestas por el nuevo presidente estadounidense permiten atisbar un reajuste centrado, por una parte, en el incremento de la carga impositiva para determinados segmentos de la economía norteamericana, con especial incidencia sobre la industria petrolera; y por la otra, en la cancelación de proyectos y en la reducción de gastos que no revistan beneficios sociales directos.

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Una parte nada desdeñable del déficit heredado del mandato de Bush está condicionado o inducido por los compromisos asumidos por la Casa Blanca en el desarrollo intervencionista de su política exterior. Un capítulo que no ha llevado a atenuar desde el punto de vista presupuestario el incremento del potencial militar de EE UU.

También por esto, y dado que la reacción ante la crisis tenderá a reorientar los esfuerzos públicos de la primera potencia hacia sus necesidades internas, sería preocupante que ello detrajera aquellos fondos que ha venido dedicando a partidas relacionadas de una manera u otra con el desarrollo de las regiones menos prósperas del planeta.

Las previsiones que el Gobierno estadounidense contempla en la versión preliminar de los presupuestos para 2010 a fin de propiciar la estabilidad de su sistema financiero constituyen, sin duda, una garantía para el equilibrio de la economía financiera a nivel global.

El anuncio por parte de Barack Obama de que ahora se trata de «reconstruir los cimientos» refleja gráficamente la naturaleza extraordinaria de los esfuerzos con los que pretende comprometer a todos los estadounidenses.

En este sentido, las reformas planeadas para el desarrollo de la sanidad y de la educación por un lado, y su apuesta por las energías renovables y no dependientes del suministro exterior por el otro, pueden contribuir a un notable cambio en el modelo de crecimiento que afecte a su vez positivamente, aunque sea en el medio plazo, a la economía mundial.