Contraportada

El reparto

En tiempo de infortunio colectivo es donde se hacen las mayores fortunas individuales. En un valiente intento de adecentar la cochambrosa vida política nacional, el terco aspirante a la Junta de Andalucía ha propuesto limitar la retribución de los altos cargos de empresas públicas. Resulta que nos hemos acostumbrado a que los inmediatamente inferiores ganen más que quienes los nombran. En cualquiera de las diecisiete autonomías hay personajes oscurísimos con sueldos superiores a quien los ha puesto allí.

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Subordinados a los que hicieron un contrato muy superior al que suscribieron sus jefes. Pues bien, ha llegado la hora de preguntarse por los emolumentos de «los hombres de confianza»: desconfiamos de ellos.

¿Cuántos consejeros áulicos, o sea, cortesanos o palaciegos, hay en la ancha y sufrida España? Algunos ganan más que el presidente del Gobierno. ¿Quién contrata a estas eminencias de la Justicia cuya fama no ha traspasado los límites de su barrio? El escándalo no ha muerto del todo, o bien lo ha resucitado la penuria del pueblo. En el ayuntamiento de mi querida tierra hay contratos blindados que para rescindirlos el consistorio tendría que pagar 400.000 euros. ¿Hay alguna persona digna a la que no le parezca esto, además de desproporcionado, algo sospechoso? Desde luego, como la cosa no nos cabe en la cabeza, da pie para que mucha gente se pregunte:

-¿Sabe usted con quién reparte?

Como es inverosímil que la aspiración de un político de cualquier ideología sea hacer millonarios a quienes no conocen, habría que indagar dos cosas: ¿quiénes les firmaron esos contratos y quiénes se los mantienen? No creo que sea inoportuno reducir el número de sanguijuelas antes de quedar exangües.