El juez de la horca
El PP, cuyo lema hasta que se aclaren sus cuestiones internas y mediopensionistas, parece ser «morir incordiando», se ha querellado contra el juez Garzón por prevaricación. Una rima demasiado cercana y algo inverosímil. ¿Cómo podía tener tiempo este señor, que dicen que es tan frívolo como para trabajar quince horas al día, para prevaricar?
Actualizado: GuardarSe trata de un vicio antiguo, por supuesto. Los latinos llamaban así a la eterna tendencia de algunos jueces y empleados públicos a dictar sentencias de manifiesta injusticia, una vez ajustado su precio, como es natural. Al ubicuo don Baltasar hay que acusarle de otras cosas -de afán de protagonismo insaciable, de pelmazo, de cazador, de plusmarquista televisivo- pero no creo que pueda probarle nadie, y menos el improbable don Federico Trillo, de «conducta manifiestamente injusta a sabiendas».
Aquí se pasa de sheriff a cuatrero en menos que canta un gallo. Depende de quién sea el amo del gallinero. ¿Qué ha pasado con «el hombre que veía amanecer» para que ahora no le pueda ver nadie? La Sala Segunda del Tribunal Supremo, que para los profanos es tan importante como la Primera, ha presentado 16 folios, que para los que amamos la síntesis son más que diez, explicando sus excesivas actuaciones judiciales.
A las personas corrientes, que son las que tienen ganas de salir corriendo de este país, nos están asfixiando con tantas cortinas de humo. Si se creen que somos tontos, no van del todo descaminados, ya que llevamos mucho tiempo aguantando a la clase política más zafia y ambiciosa del mundo libre. Unos tipejos que de vez en cuando nos compensan dando el espectáculo de sus trifulcas. Para distraernos.