ESPERANZA. Obama recibe el saludo de los congresistas tras su intervención. / AFP
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El optimismo de Obama no cala en los mercados financieros

«Nos recuperaremos y emergeremos más fuertes que antes», clamó el presidente ante el Congreso

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Fue un discurso propio del candidato de la esperanza que el martes, ya convertido en presidente, intentó rescatar el optimismo de su campaña para infundírselo al país. Wall Street, que la víspera había caído hasta los niveles más bajos desde 1997, no respondió al tratamiento. «¿Reconstruiremos, nos recuperaremos, y los Estados Unidos de América emergerán más fuertes que antes!», gritaba Obama con el soleado optimismo de Reagan. «Las oleadas de esta crisis no determinarán la fe de nuestra nación», prometió. El nuevo presidente que se inspira en Lincoln y Roosevelt está dispuesto a lograr «que este siglo sea otro siglo americano» a base de grandes inversiones de largo plazo.

Su plan de recuperación se centra en tres aspectos: energía, sanidad y educación. Pese a añadir unos más miles de millones de dólares al déficit con sus planes de estímulo económico y de rescate financiero, Obama se compromete a reducir el déficit metiendo la tijera en los presupuestos, que a su vez quiere hacer más transparentes. Las partidas para las guerras de Irak y Afganistán, por ejemplo, que el Gobierno de Bush pedía por separado, estarán esta vez incluidas.

Desaparecerán muchos de los contratos en Irak para tareas que debia hacer el Ejército, al cual le promete subida de sueldo y beneficios. Y no entrarán en el balance esas recaudaciones de impuestos que todo el mundo sabe que cada año son diferidas por el Congreso, como el impuesto mínimo alternativo.Con todo, el propio Obama reconoció que incluso si su plan se ejecuta a la perfección, «no habrá una verdadera recuperación a menos que resolvamos la crisis crediticia que ha debilitado severamente nuestro sistema financiero».

Era eso lo que Wall Street esperaba oír, en busca de los detalles para descargarles de los activos tóxicos que ahogan sus balances y les impiden abrir más la línea crediticia, pero Obama tenía incluso menos detalles que sus antecesores. Ni la víspera el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, ni la semana anterior el secretario del Tesoro, Tim Geithner, habían sabido explicar un plan del que aparentemente sólo tienen los grandes trazos.

No era a ellos a quien se dirigía Obama, sino a los ciudadanos cabreados con las partidas de dinero público que el Gobierno está inyectando en las arcas bancarias. «Entiendo lo impopular que resulta ayudar a los bancos ahora mismo, especialmente cuando todo el mundo está sufriendo por sus malas decisiones. Os lo prometo, lo entiendo», insistió.

Su compromiso es «no gastar un sólo centavo en recompensar a un ejecutivo de Wall Street», pero hacer «lo que haga falta» para restablecer la línea crediticia que nutre a los pequeños negocios para pagar a sus trabajadores y seguir funcionando.