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Rajoy, lejos de Madrid, encuentra su oasis en la campaña gallega

Mariano Rajoy ha encontrado en las elecciones gallegas su pequeño oasis. La tormenta que salpica a su partido más allá de estas fronteras no cala en la campaña electoral para el 1 de marzo. Al revés. En el histórico feudo del noroeste los populares han logrado hacer recaer sospechas de prácticas irregulares sobre el bipartito del socialista Emilio Pérez Touriño y el nacionalista Anxo Quintana, quien ayer aparecía en los periódicos a bordo de un yate con un empresario al que se adjudicó un contrato millonario de energía eólica.

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La fotografía del número dos del Gobierno de la Xunta proporcionó al PP la munición que necesitaba para intentar reeditar en Galicia el 'golpe Bermejo'. Si la estrategia seguida en el ámbito nacional con la cacería del ex ministro de Justicia y el juez Baltasar Garzón sirvió para derribar una pieza del Gobierno central, ahora pretenden erosionar al socio del PSdeG en el Ejecutivo autonómico, forzar el enfrentamiento entre dos aliados de conveniencia y desincentivar a los votantes de izquierdas.

Los socialistas admiten con pesar que, hasta ahora, la fórmula no les ha salido mal. No hay acto de campaña en el que los populares no hablen de las sillas de más 2.000 euros supuestamente compradas para los despachos de la Xunta o del coche de Touriño «más caro que el de Obama» («pero más barato que el de Alberto Ruiz-Gallardón», replican en el PSOE). «Nada es cierto y todo es demagogia -dice un altísimo representante del partido- pero nos ha hecho mucho daño».

El voto indeciso

Touriño no quiso replicar en su día a estas críticas y ahora se arrepiente de no haberlas negado con contundencia. Hasta el martes, además, no devolvió el empellón con una referencia a los líos internos del PP. Ayer reiteró en la Ser: «Este juego descalificador de tramas y negocios no tiene mucho sentido, las que conocemos están donde están: en Madrid, en Valencia y en Baleares», dijo.

Pero los estrategas de su partido no quieren recorrer ese camino porque creen que la corrupción desprestigia a la clase política en su conjunto, que el votante no discrimina y que el resultado es una inhibición a la hora de ir a las urnas. Y el PSOE necesita mucha movilización. De hecho, le preocupa muy en serio la enorme bolsa de indecisos que aparece en las encuestas.