Defender
Actualizado: Guardars posible que, tras examinar la clasificación, a muchos se nos haya olvidado aquello que repetíamos al comienzo de la Liga: «La mejor defensa es un buen ataque». Con esta afirmación categórica -uno de los tópicos más futbolísticos- pretendíamos expresar la satisfacción que, en los primeros partidos, nos causó el juego del Cádiz y nuestro acuerdo con el sistema táctico dispuesto por Javi Gracia. Algunos recordábamos cómo, en las temporadas anteriores, se reforzaba la contundente defensa con aquellos pivotes especialistas en cortar el juego del equipo contrario, con dos medios centros, más preocupados en taponar huecos que en crear espacios, e, incluso, cómo los delanteros acudían permanentemente al centro del campo y al propio área para rescatar balones. Otros mostraban su desacuerdo y afirmaban que esta estrategia era una descarada invitación para que el equipo contrario se volcara sobre nuestra portería y para que, aprovechando cualquier error o despiste, nos marcara un gol. No faltaban quienes aprovechaban este ejemplo para exponer su teoría sobre la lucha de esta puñetera vida: «Si pretendemos triunfar profesionalmente -repetían- hemos de enseñar los dientes e infundir un poco de temor a nuestros contrincantes porque, de lo contrario, nos comerán por sopa». Los hechos, sin embargo, nos dicen lo contrario: la mejor defensa es una buena defensa. Si analizamos el juego de los equipos punteros, llegamos a la conclusión de que una buena disciplina defensiva constituye los cimientos sobre los que se levanta la arquitectura del juego bien trenzado e, incluso, de la eficacia goleadora. Si el fracaso reiterado de los delanteros se explica por el mal funcionamiento del centro del campo, la fortaleza defensiva -como afirma Juanma Delgado- depende del inadecuado comportamiento de todo el equipo: la defensa ha de empezar con la presión de los delanteros y, cuando el equipo contrario tiene el balón, los once jugadores locales han de ser defensores.