La cadena
Todavía era el tiempo del júbilo del ladrillo y del te presto mucho y te voy a hacer creer que además barato. El promotor inmobiliario paga al intermediario, que es del mismo partido que el concejal de urbanismo y es quien tiene mano con el edil. El concejal, aconsejado por el intermediario, acepta el soborno del promotor y califica como suelo urbanístico un descampado que, además de no disponer de las infraestructuras necesarias, presenta un problema de falta de firmeza para poder asentar cimientos.
Actualizado: GuardarEl promotor encarga al constructor que levante allí una colmena de veinte pisos. Para incrementar su beneficio, el constructor emplea materiales de baja calidad. El contratista, para incrementar su beneficio, rebaja aún más la calidad de los materiales escogidos y se sirve de obreros inmigrantes ilegales que trabajan chapuceramente, no porque les paguen una miseria, sino porque nadie les ha enseñado el oficio.
Un comité ciudadano denuncia a un juez la construcción de la casa en ese suelo que tiene de urbanístico lo mismo que la colmena de segura. El promotor incrementa el precio de los pisos para compensar el monto del soborno con el que ha untado al juez para que el sumario no prospere.
Los pisos los compra la mafia, que necesita blanquear dinero y paga ese precio alzado porque podrá venderlos al mismo o superior. Los compradores finales aceptan esos precios demenciales y no encuentran grandes pegas en sus respectivos bancos para endeudarse de por vida a cambio de esos inmuebles fraudulentos en todos los sentidos. Pero ninguno llegará a pagar la hipoteca completa. Cosas de la incertidumbre.
Un movimiento sísmico sacude la zona. La fuerza del pequeño terremoto no habría sido suficiente para abatir una construcción decente sobre terreno firme, pero sí la colmena flan, que se derrumba y se hunde. Mueren un montón de personas.
La conciencia de los eslabones de la cadena no se ve demasiado afectada, no se sienten directamente responsables, su contribución criminal no la consideran por separado decisiva para la tragedia. Salvo el promotor, que no puede soportarlo y se suicida. No es que la muerte de tanto inocente le abrume, qué va. Sólo la de los suyos. Cosas del azar. Su hija, su yerno y sus dos nietos habían ido aquel día de visita a la casa de sus amigos de clase media baja, que vivían en el piso veinte. El promotor se vuela la cabeza con su rifle de caza. No le hace falta utilizar la mira telescópica.