ENTUSIASMO. Dos refugiadas reciben al enviado de paz con banderas de Sáhara occidental. / AP
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La frontera infranqueable

Marruecos y Argelia abren su paso internacional para que lo cruce un convoy humanitario con destino a Gaza

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Una banda de música esperaba al convoy en el otro lado. Los argelinos recibieron con vítores y aplausos el pasado sábado a los más de cien vehículos de la caravana humanitaria que se dirige a Gaza y que va a atravesar todo el Magreb. La estampa de Bienvenido Mister Marshall estaba justificada. La ayuda en Gaza es urgente pero el hecho de que se abran las puertas entre Marruecos y Argelia, aunque sólo sea momentáneamente para dejar paso a la solidaridad, es excepcional.

El convoy organizado por el diputado británico George Galloway partió el pasado 14 de febrero de Londres y espera llegar a la frontera de Rafah, que separa Gaza de Egipto, a principios de marzo. Va cargado de material hospitalario, bienes de primera necesidad y doce ambulancias. Excepto alguna apertura puntual y muy discreta (según los lugareños un jeque emiratí ha cruzado alguna vez durante sus cacerías por la región), el paso fronterizo de Zuj Beghal permanece cerrado desde 1994.

El cierre es fiel reflejo de las tempestuosas relaciones entre los vecinos. De fondo está la cuestión del Sáhara Occidental, que ha enfrentado a Rabat y Argel desde que España se retirara del territorio en 1975. Pero en el origen de la pésima convivencia también se encuentra una rivalidad entre ambos países por ostentar el liderazgo del Magreb.

La frontera se cerró hace ya 15 años por decisión unilateral de Argel. La drástica medida se tomó en respuesta a la exigencia de visados para los ciudadanos argelinos que impuso Rabat después del atentado en 1994 del hotel Atlas Asni en Marrakech. El ataque fue cometido por argelinos naturalizados franceses y ambos países se acusaron mutuamente de hacer la vista gorda con el terrorismo.

Desde entonces, la frontera, que recorre más de 1.500 kilómetros, es infranqueable por la vía legal. De manera furtiva cruzan todos los días cientos de personas, especialmente por los puntos alejados de los puestos fronterizos y por el sur, donde el desierto es la auténtica frontera.

El cierre por tierra y la inexistencia de rutas marítimas entre los dos países ha desbaratado las relaciones económicas bilaterales. La proximidad geográfica y cultural deberían hacerlas prioritarias y, tal y como recuerdan siempre los medios de ambos países, complementarias. Actualmente, ambos son el primer socio comercial del otro país en África. Aún así el volumen de intercambios no llega al tres por ciento del total y el grueso del comercio exterior se lo lleva la Unión Europea, en especial Francia y España. Los contrabandistas, especialmente los de petróleo, y los medicamentos han sido los únicos beneficiarios del cierre.

Eternos enemigos

Las relaciones entre ambos países nunca han sido buenas. Durante la Guerra Fría cada uno acabó en un bando, Marruecos aliado de Estados Unidos y Francia y Argelia de la Unión Soviética. En 1963 libraron un breve enfrentamiento, la conocida como Guerra de las Arenas, por una región rica en minerales en pleno desierto.

El principal foco de tensión ha sido sin duda el Sáhara Occidental. Argelia es el principal valedor de la República Árabe Saharaui Democrática que lidera el Frente Polisario. Este país acoge en la región cercana a Tinduf a los refugiados saharauis, lo que despierta las iras marroquíes.

Ambos países forman parte de la Unión del Magreb Árabe (UMA). El organismo cumplió la semana pasada su vigésimo aniversario, aunque sus actividades están paralizadas desde el aó 1994 por las desavenencias existentes entre Marruecos y Argelia.

Pero el paso del convoy ha llenado de ilusión a los habitantes de las regiones cercanas a la frontera, empobrecidas por el cierre. Argelia ha sido contundente: no hay que sacar conclusiones políticas del asunto. Parece que deberá esperar.