Hay más Bermejos
Lo que ha acabado haciendo el ya ex ministro Bermejo, analizado con rigor, no tiene ningún mérito. El mérito lo habría tenido seguir sentado en el sillón de su ministerio, y en su coche oficial, y hablando por su teléfono móvil pagado por el contribuyente, y todos los etcéteras que el lector puede imaginarse, después del espectáculo bochornoso que se ha afanado en darnos. Comenzó remodelando a nuestro cargo un apartamento oficial por 250.000 euros y ha acabado con esas fotos patéticas rodeado de trofeos de caza. Que a las monterías acudiera de gorrón o pagando, tanto da: en todo caso se servía de las facilidades anejas a su cargo. Tan confiado y a gusto con ellas que ni se cuidaba de sacarse licencia. El ciudadano medio de este país no puede permitirse tales lujos. Es más: día sí y día también, el Gobierno al que hasta ayer pertenecía Bermejo le insiste en la necesidad de sacrificarse. Hay que ser un poco congruente, y más cuando uno se dice socialista.
Actualizado: GuardarPor otra parte, en lo que toca a la gestión de su cartera, Bermejo ha sido de una nulidad insigne. No por la huelga que le han montado los jueces, que mal harán en considerar triunfo suyo la caída de un ministro que se anudó solito la soga al cuello, sino por su reiterada incapacidad para alcanzar los objetivos que en la gestión de tan delicada área de responsabilidad son insoslayables y perentorios. Entre otros, lograr que los jueces hagan frente a sus responsabilidades frente a la ciudadanía y no den pataletas como niños malcriados.
Pero, dicho todo esto, lo de Bermejo sí que tiene mérito si lo consideramos en términos comparativos. Porque en el actual panorama de la gestión de la cosa pública en España hay unos cuantos más que deberían imitarle, y que se resisten a soltar la poltrona. Por inoperancia o por conductas inadecuadas son legión los que deberían irse, incluidos algunos que siguen sentándose en el Consejo de Ministros. Y no digamos ya los corruptos, o los que toleraron o no supieron evitar la corrupción entre los suyos. ¿Cuántos de éstos siguen enchufados al presupuesto público? Al final, van a hacer bueno al ministro escopetero, que con su gesto ha dejado en evidencia, también, a quien lo nombró. Por el error de elegirlo, y por no haber tenido el valor de destituirlo.