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Lisandro neutraliza al Atlético
El equipo español se adelantó por dos veces, pero no pudo frenar el poderío en ataque de su rival (2-2)
MADRID Actualizado: GuardarEl Atlético sigue con esperanzas porque el Oporto le perdonó la vida en el Calderón pero suspendió con muy deficiente su gran examen continental. Dejó una imagen de equipo pequeño, muy menor y lastrado. Tanto que fue reprendido por su hinchada y jugó buena parte de la segunda parte sin el 'Kun' porque Abel no sabía qué hacer para frenar las acometidas del 'increíble Hulk', un brasileño que hace nada deambulaba por Japón y que ridiculizó a toda la zaga 'colchonera' a base de desmarque, rapidez y potencia. Menos mal que le falló el punto de mira.
Había ofrecido síntomas de grandeza en la primera fase de la 'Champions', ya que terminó invicto ante Liverpool, Marsella y PSV, pero frente a otro campeón de Europa venido a menos El Atlético fue un puro caos. Tenía que demostrar a Europa si sería capaz de volver a meterse entre los ocho mejores después de trece años de travesía en el desierto o si era víctima de su tradicional tendencia autodestructiva. Y más allá del resultado (2-2), el equipo de Abel fue calamitoso. Nervios, indecisiones, lentitud, incapacidad para elaborar en el centro del campo, presión a destiempo, desorden generalizado y nula experiencia para saber medir los tiempos de los partidos. Idénticas miserias que le han llevado a estar séptimo en el torneo de la regularidad tras ganar sólo uno de los diez partidos oficiales disputados en 2009.
Toda la suerte que esquivó a los rojiblancos en algunos choques ligueros, como el de Sevilla sin ir más lejos, se convirtió en aliada el primer tiempo ante el campeón luso. Pudo llegarse al descanso con 1-4, lo que no hubiera extrañado a nadie, y se alcanzó con 2-1 porque el Oporto erró un sinfín de ocasiones y Helton, el clásico portero brasileño que canta más que para, se tragó como un alevín un lanzamiento lejano, casi desesperado, de Forlán. Le botó mal el balón pero ni siquiera puso el cuerpo detrás de las manos.
El santo de cara
Desde el primer minuto tuvieron los locales el santo de cara.
Se colocaba el público en sus asientos y Leo Franco ya había salvado una ocasión pintiparada del uruguayo Rodríguez. Casi a renglón seguido, un buen contragolpe, un gran pase de Agüero y un remate fácil de Maxi. Inaudito. Con el marcador a favor, el Atlético fue un manojo de nervios, un juguete en manos de Hulk, el más fuerte del Calderón.
Abel es un enamorado de las defensas adelantadas pero llegó un momento que sus jugadores no sabían si achicar o encerrarse. Grave síntoma, típico en equipos que cambian de entrenador. Ni siquiera tuvo que aparecer Lucho González para desnudar al Atlético. Con un balón largo, el Oporto se plantaba ante Leo Franco, soberbio toda la noche aunque quizás pudo hacer algo más en el empate. La responsabilidad del gol fue de Pablo, quien midió mal de cabeza y dejó solo al argentino Lisandro. Antes, en una estrategia fatal defendida, el asistente había anulado un gol de este jugador por un fuera de juego si acaso milimétrico.
Tan mal veía Abel a su tropa que en los albores de la reanudación retiró al Kun para, supuestamente reforzar el centro del campo con Sinama. Le abucheó la grada -igual que no le perdonó a Aguirre su suplencia en Anfield-, pero el técnico creía que tenía que juntar líneas. Pasó a jugar con un 4-1-4-1. El Atlético renunciaba casi por completo al ataque pero atrás se sentía algo más firme. Sólo eso, una sensación. De pronto, Cisshoko entró por la banda de Seitaridis como Pedro por su casa y su centro lo remachó en boca de gol Lisandro. Mínima justicia.