De regreso a la casa de los padres en plena crisis
Los pensionistas, con su paga de apenas 400 euros al mes, han vuelto a hacerse cargo de sus hijos y sus nietos debido a la falta de trabajo y posibilidades
Actualizado: GuardarEl incremento del número de desempleados en la provincia y las circunstancias económicas obligan a muchos gaditanos a tratar de buscarse la vida, como buenamente pueden, para llegar a fin de mes. El parón en la construcción ha provocado que muchos vecinos busquen en el campo aquellos ingresos que, si no permiten mantener el ritmo de vida que se sustentaba con el ladrillo, permita cubrir las necesidades más básicas, fundamentalmente la alimentación.
El problema de esta situación es que la agricultura en particular, y la industria agroalimentaria en general, no han dado ese salto cualitativo que se viene demandando desde hace año. La cosa se agrava si tenemos en cuenta que miles de ciudadanos comienzan a agotar sus prestaciones por desempleo. Esto está provocando, finalmente, situaciones familiares complejas en las que los abuelos, fundamentalmente jubilados con pensiones muy bajas, tienen que hacerse cargo del sustento de la familia, sobre todo en cuanto a la alimentación.
Las ollas grandes han tenido que ser desempolvadas de las alacenas y los pucheros y los potajes han vuelto a llenar unos fogones que comenzaban a acostumbrarse a la comida precocinada y todo tipo de exquisiteces para el paladar. Estas ollas parecían relegadas al olvido y ahora vuelven a cometer la función que cometían hace años: alimentar a una gran familia que lucha día a día por subsistir.
El desempleo en la provincia ha alcanzado los 151.227 parados en el mes de enero, lo que genera un problema importante que deriva en una gran cantidad de necesidades sociales. La mayor parte de los ayuntamientos de la provincia, por ejemplo, se encuentran totalmente desbordados por el gran número de vecinos que se acercan hasta sus puertas pidiendo comida. En muchos municipios de la Sierra, y en otras comarcas de la provincia, las pequeñas tiendas están teniendo que comenzar a dejar fiado a sus clientes para que puedan comer a diario. Aunque el pequeño comercio no está para muchos favores.
Vivir con 400 euros
Una familia ejemplo de esta situación, entre las cientos que hay en la provincia, es la de Pérez Lozano, de la localidad serrana de Espera. En el seno de la misma se han dado muchas de las problemáticas que se presentan propias de la crisis. Actualmente los abuelos de la familia, Francisco y Adela, se están teniendo que hacer cargo de la manutención del resto de la misma, a pesar de contar con unos ingresos brutos de 400 euros, cada uno de ellos.
Con ellos están viviendo su hijo Francisco Javier, su esposa y tres hijos. Ellos se independizaron, hace unos años, al comprarse una vivienda que no han podido mantener. Francisco trabajaba en el hormigón, subsector de la construcción más extendido en Espera, por lo que «optamos por comprarnos nuestra casita», asegura. Una vivienda que ha tenido que vendérsela a su hermana, que la mantiene «a trancas y a barrancas antes de que se la quedara el banco, después de varios años pagando».
Los padres de familia tuvieron que asumir un crédito para muebles, ya que hicieron de avalistas para su hijo, por lo que los ingresos con los que viven siete personas se reducen a los 500 euros. A eso hay que restarle unos 100 euros que Adela aporta a su seguro agrario, por lo que son 400 euros al mes son los que tienen que mantener a la familia. Además, se encuentran con problemas de espacio ya que todos viven en una vivienda social de tres habitaciones, donde en una tienen metidos todos los muebles, por lo que en la otra duermen Francisco Javier, su mujer y sus tres hijos. La otra hija de la familia, María José, tuvo que irse a vivir a la vivienda de su suegro porque «no cabíamos en la casa», asegura. También se encuentra en paro, junto a su pareja, por lo que «para mantenernos, nosotros y nuestra hija dependemos totalmente de los suegros y a veces vengo a comer a lo de mi madre porque así nos ayuda ella, con lo poco que puede».
Buscando una salida
Los problemas de esta familia comenzaron a recrudecerse con la bajada de la construcción. Francisco Javier empezó a ir sólo uno o dos días a la semana y «pronto nos quedamos parados», aseguró. Después ha tratado de trabajar en la aceituna, para lo que se fue en diciembre a Córdoba, junto a su padre Francisco, de 60 años, y «sólo pudimos trabajar 12 días, por la lluvia y el mal tiempo, en lugar de los dos meses que esperábamos hacerlo». Esto provocó, asegura Adela, que «no ganaran ni para mantenerse ellos allí, por lo que no pudieron traer nada». De hecho «mi hijo tuvo que empeñar su alianza de boda para poder volver a casa». Ahora están esperando una llamada de Zaragoza para que los contraten para la recogida de la fruta y poderse ir a trabajar unos meses y «poder mandar dinero a casa y tratar de ahorrar algo para el resto del año», asegura Francisco. Esta familia reclama, como muchas otras, un trabajo que les permita salir adelante. No obstante, comprenden que la situación es complicada para el empleo por lo que piden ayuda para que «por lo menos no nos quedemos sin comer», comenta Adela. Hasta el momento destaca que no ha recibido dinero de nadie e incluso «para que los niños puedan comer en el comedor escolar nos piden dos euros diarios por cabeza, cosa que no podemos permitirnos porque con eso comemos todos».