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LLENO COMPLETO. Vista del pabellón vigués As Travesas, donde celebraron un mitin el presidente Rodríguez Zapatero y Emilio Pérez Touriño. / EFE
ELECCIONES AUTONÓMICAS 1-m país vasco

Rodríguez Zapatero y Rajoy se juegan su estabilidad política en esta semana

Los comicios de Euskadi y Galicia serán el termómetro para medir el crédito del presidente del Gobierno y el aguante del líder del PP

P. DE LAS HERAS / R. GORRIARÁN
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No hay tensión en las calles, pero sí en las sedes centrales de los partidos. La apatía que viven los ciudadanos ante las elecciones del País Vasco y Galicia es inversamente proporcional al interés con el que los estrategas de PSOE y PP analizan sus posibilidades en dos comicios que, a pesar de su carácter autonómico, servirán para medir el crédito de José Luis Rodríguez Zapatero en plena debacle económica y para poner a prueba la solvencia de Mariano Rajoy en su alborotado patio interno.

La lupa mediática está puesta sobre todo en Euskadi, donde las posibilidades de los socialistas de desbancar tras 29 años al PNV generan las expectativas de todo cambio histórico. La difícil victoria de Patxi López sobre Juan José Ibarretxe sería sin duda un espaldarazo para Zapatero. Pero quizá Galicia sea mejor termómetro para deducir qué suelo pisan los líderes de los dos principales partidos antes de las europeas de junio.

Si el PSE no logra sobrepasar a los nacionalistas es probable, según fuentes de la dirección del PSOE, que se abra una discusión entre la ejecutiva federal y los socialistas vascos sobre si se debe intentar la investidura, como querrá el PSE, o si habría que dejar paso de nuevo al PNV, como conviene a Zapatero para garantizarse la estabilidad parlamentaria.

El recuerdo de Navarra está en la mente de muchos socialistas vascos, y no para bien. Tras las elecciones autonómicas de 2007, el Partido Socialista de Navarra pudo gobernar la comunidad con el apoyo de Nafarroa Bai e IU, pero se impuso el criterio de la dirección federal -en contra del criterio del PSN- y Unión del Pueblo Navarro, entonces hermanado con el PP, retuvo el Ejecutivo autonómico pese a estar en minoría. Para curarse en salud, el PSE ha redoblado los llamamientos a la participación de los suyos para asegurarse, al menos, el empate a escaños con los nacionalistas, cuando no la victoria que barruntan los dirigentes más optimistas. La impresión mayoritaria entre los socialistas vascos es que el PNV ganará en votos y en escaños, aunque por escaso margen, pero no logrará la mayoría absoluta con el resto de fuerzas nacionalistas y no podrá reeditar el tripartito o el cuatripartito. El PSE, con el respaldo garantizado del PP, sí la alcanzará. Pero el apoyo popular incomoda tanto en Madrid como en Bilbao. Patxi López está cansado de decir que no quiere el apoyo de peneuvistas ni de populares, pero las cuentas no le salen.

En el caso de Rajoy, la clave está en mantener los 15 escaños que obtuvo la discrepante María San Gil. Menos será una mala noticia porque los populares tienen claro que no se puede aspirar a gobernar España sin buenos resultados en el País Vasco y Cataluña. Pero la dimensión del varapalo se verá matizada o acrecentada en función de lo que ocurra en Galicia, feudo del partido y territorio de su presidente.

Fruición

La prueba de que el PP y el PSOE consideran este territorio como fundamental está en la fruición con la que sus direcciones se han volcado en la campaña. Rajoy participará en ella 10 de los 15 días que durará. Y José Blanco, tan entregado a la causa que incluso supera en actividad a su candidato, Emilio Pérez Touriño, intenta convencer al jefe del Ejecutivo para que vuelva una vez más de lo previsto y esté en el cierre de campaña del próximo viernes.

El resultado está muy abierto. La inmensa mayoría de las encuestas indican que el bipartito que sostiene a Touriño al frente de la Xunta se mantendrá. Pero el candidato popular, Alberto Núñez Feijóo, recordó que también hace cuatro años «dieron menos» a su favor. Los sondeos que manejó entonces el PSOE otorgaban a Fraga 33 y, al final, obtuvo 37, a uno de la mayoría absoluta.

Hace apenas dos semanas, cuando aún no había arrancado la campaña, las cosas se pusieron tan mal para el PP con el golpe de la supuesta trama de corrupción que actuaba vinculada a sus siglas, más el espionaje de la Comunidad de Madrid, que muchos vaticinaron en el partido que el 1 de marzo se firmaría el acta de defunción política de Mariano Rajoy. Nada es ya tan evidente.

El líder popular se ha recuperado, siquiera anímicamente, en Galicia, donde le aclaman por las calles. Aunque no se confía.

«La experiencia demuestra -dice uno de sus colaboradores- que la inestabilidad interna de un partido penaliza más que factores como la crisis». Zapatero y Touriño intentan sacar partido de esta premisa. «Feijóo quiere ganar para poder brindarle el triunfo a Mariano Rajoy porque está en crisis -dijo el presidente de la Xunta- ¿cómo va a gobernar un partido que no sabe gobernarse a sí mismo?». Aún así, los estrategas de las dos principales formaciones tienen dudas de que el caso Gürtel y los líos de Madrid tengan repercusión directa en los comicios. Lo cierto es que tampoco los socialistas respiran tranquilos con un asunto que ha acabado por poner en la picota a su ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo. Pero lo que de verdad les preocupa es la enorme desmovilización que se da entre los suyos. Una desmovilización y desgana que achacan a la coyuntura económica.