PINCHITO MORUNO

'Le Fiambrer'

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Soy consciente de que hoy nos visitan turistas de todo el mundo, hasta escandinavos, que esos les gustan mucho a prima Asunción, y por eso titulo en francés, el más exquisito de los idiomas y un homenaje a aquellos croasanes rellenos de ensalada de pollo del Don Pan que tanta hambre borraron en mi juventud.

Le fiambrer, la fiambrera que traducido resulta, no debe confundirse con el taperware, invento anglosajón con el que han intentado suplantar a este elemento singular de nuestra cultura carnavalesca, festiva y playera. El taperware no es carnavalesco como aquellos martillitos que te vendían antes por las calles y que tanto gustaban a los niños chicos, que los puñeteros siempre ta daban con el mango a la altura de la pantorrilla y aquello dolía más que un auto de Garzón al PP. Y el niño además, si tú le mirabas, te sonreía así como diciendo, «po te joe y como proteste te doi otra vez, cara de parking, que tiene cara de aparcamiento subterráneo». Lo que es el subconsciente humano, he hablado del PP e, inmediatamente, se me ha venido a la cabeza la palabra aparcamiento subterráneo, ¿por qué será?

Reconozco que uno de los placeres que más me gustan de los domingos de coros es cuando a mi alrededor escucho como una liberación de aire que inmediatamente relaciono con la apertura de una le fiambrer. Lo bueno es que venga como el tren de Puerto Real la noche del Carnaval, hasta arriba, con gente aguantándose hasta en la gorrilla del conductor. A los pocos segundos, el aroma del contenido de le fiambrer se expande por el aire y ya tú miras al propietario a ver si hay suerte, lo conoces de algo y el tío te dice la palabra mágica «¿quiere?» No se corte, no vaya a decir...no, yo ha he comido. Igual que disfruta de un cuplé, en Carnaval hay que disfrutar de la fiambreras amigas.

Jamás olvidaré una fiambrera de carne en tomate en el Arco de Garaicoechea. Era un domingo de calor, de esos que parece que te envían de castigo los capillitas, que están ya nerviosos porque llegue el miércoles de Ceniza y liarse a besapiés y besamanos, oé que les gusta un ósculo (beso, en fino, quiero decir). Mi nariz detectó el olor a tomate. Ella tiene un sexto sentido para la modalidad de en tomate. Me volví como Bermejo hace cuando tiene un venado delante de la escopeta y cuál fue mi sorpresa cuando vi a una señora que portaba en su mano derecha una fiambrera semitransparente, redonda, de 22 centímetros de diámetro, 15 centímetros de altura y una capacidad, más o menos, de 152 pedacitos de carne magra de cerdo en taquitos de tres por cuatro, que es el tamaño más carnavalesco. En su otra mano portaba, como el San Germán que hay en las Puertas de Tierra, una telera esta vez no de Medina, sino de Facinas, que también hacen un pan de escándalo. Era como si me estuviera ofreciendo la Primera Comunión, pero en tomate y allá fui yo por el Cuerpo de Cristo, por el cuerpo de la carne en tomate, quiero decir, y como si de la Biblia se tratara, tome pan, no lo enseñé a los discípulos, porque si no iban a querer también, y tomé carne en tomate y no me tumbé a besar el suelo en ese momento como el Papa por temor a que minutos antes hubieran pasado por allí los policías a caballo y hubieran dejado por allí los restos del heno, y no precisamente de Pravia.

A mi más que la apertura de Walt Street siempre me han interesado más las aperturas de fiambreras en el Carnaval de Cádiz. Esos bistés de pollo empanao que siempre han maridado bien con el tango piropo de coro...engollipantes, esas papas aliñás con tropezones de melva como los tropezones de gracia de la chirigota Huele a Ropero o esa empanada metía a presión en la fiambrera como las rimas que hace el cuarteto de los Rolinestón, eso sí que es maridaje carnavalesco.

Seguro que usted también puede hallar hoy le fiambrer de su vida, deje lo de la mujer de su vida para otro día...bueno a lo mejor aparece dentro de la fiambrera. Por tanto, absténgase de tonterías de comprarse una nariz de esa con bigotes y gafas, una peluca, un gorrito de pirata o un pito de esos de plástico para hacer el baina haciendo titiriti. Vaya a una tienda de 20 duros y cómprese una fiambrera, redonda que es lo suyo, y con la tapadera del color más hortero que encuentre, que eso le da caché, luego pregunte por el Bar La Perola de Paco Leal y le dice que se la llene de albóndigas al roquefort con papas fritas. Jamás olvidará su visita al Carnaval de Cádiz.