MOVILIZAR. Rodríguez Zapatero en el mítin de Vigo. / REUTERS
ESPAÑA

Zapatero asegura que no consentirá que nadie «intimide» a los jueces

José Luis Rodríguez Zapatero llevó ayer a la anodina campaña gallega la artillería pesada contra el PP. En pleno mitin en Vigo, el presidente del Gobierno saltó la barrera institucional que él mismo se había marcado hasta ahora y se lanzó en defensa del juez Baltasar Garzón, a quien prometió proteger de «intimidaciones». Es decir, de los dirigentes PP.

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El magistrado de la Audiencia Nacional, hospitalizado el viernes por una crisis de ansiedad, lleva a sus espaldas la acusación del primer partido de la oposición de haber urdido una trama contra sus dirigentes, en connivencia con el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo. Si antes del lunes no se ha inhibido del 'caso Gürtel', los populares se querellarán contra él.

Suficiente para que la contención de que pretendía hacer gala el jefe del Ejecutivo -que hasta hace una semana, en La Coruña, apenas había entrado en el asunto de los 'líos internos' del PP- saltara por los aires. La reacción de Zapatero no es casual. En sus filas empieza a cundir la preocupación, e incluso la irritación, ante la evidencia de que tampoco el PSOE va a sacar nada bueno de este episodio, que ya ha dejado muy tocado al ministro más guerrero del gabinete socialista. Aunque sea por derivada.

La importancia que el presidente otorga al papel que ha desempeñado estos días Bermejo quedó puesta de manifiesto en el hecho de que, ni tan siquiera en el ardor del mitin, sacó la cara por él: «Que sepan que ni la democracia ni el Gobierno que presido van a consentir que se intimide ni a jueces ni a fiscales ni a policías en la lucha contra la corrupción; no se va a permitir». Es todo lo que dijo. El aviso le sirvió para calentar el ambiente y reclamar un voto de castigo contra el 'mal'. A tan sólo una semana para las elecciones, los socialistas continúan preocupados por la escasa movilización de su electorado. Y Zapatero intentó remover conciencias con la sal gruesa. «Os advierto de antemano a todos, y en especialmente a los trabajadores y jóvenes, que los que se llevan el dinero a las Islas Caimán -dijo- van a ir a votar todos». Las encuestas publicadas en los últimos días no resultan especialmente halagüeñas. Todas señalan que entre un 20% y un 25% del electorado aún permanece indeciso. Los datos provisionales de voto por correo interno -un 11% menores que hace cuatro años- ya auguran que será muy difícil llegar al histórico 68% de participación que sirvió a PSOE y BNG para desalojar al PP de la Xunta. De ahí el sentido que cobra el grito movilizador de los socialistas.

Agitación

El perfil de hombre pausado del profesor Touriño tiene poco que ver con la tensión que, a juicio de Ferraz, requiere esta contienda. José Blanco lleva días recorriendo aldeas como un polvorín y hace días desembarcaron los ministros gallegos, Elena Espinosa y César Antonio Molina, y también Alfredo Pérez Rubalcaba y la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega. Pero ninguno tiene tanto tirón como el presidente que, esta vez sí, tras pinchar en La Coruña, llenó el pabellón municipal. Aunque fuera con ayuda de los autobuses fletados desde León.

El jefe del Ejecutivo tenía clara su intención: conseguir que ninguno de los suyos se quede en casa convirtiendo esta opción en el triunfo de los otros. «Como casi siempre, la derecha, cuando llegan unas elecciones quiere ganar con la abstención y para hacer que la gente no vaya a votar -abundó- lo que hacen es decir que esto de la política da igual, que somos todos iguales y que por lo tanto no vale la pena; todos los que dicen eso, los que intentan desmoralizar, van todos a las urnas y además sabéis a quién van a votar». No dudó en vincular así el voto PP con el voto de la corrupción.