Angustias de última hora
Me aseguraba ayer un socialista veterano que vio a Zapatero un tanto angustiado en el mitin de Vigo. Debe de estar la cosa muy apretada. La culpa la tiene esa manía de vivir tan pendiente de las encuestas. Es un defecto que tienen el actual presidente y su entorno.
Actualizado:Los sondeos empiezan a ponerse un poco cuesta arriba en Galicia, aunque yo creo que hasta que no se demuestre lo contrario la sociometría no es una ciencia exacta. Dejemos que el pueblo hable. Resta todavía una semana para las elecciones del 1 de marzo y la abstención es la gran protagonista de la campaña gallega, más aún que la corrupción. Zapatero se refirió ayer en Vigo a la importancia que tiene movilizar a la gente. Sabe que una baja participación puede darle la mayoría al PP. Así que a movilizar. Y tanto mueve a sus bases que se trajo unos incondicionales en autobús desde León, aunque éstos no votan en los comicios gallegos. Aunque a quien se le fue la mano en lo de los autobuses con personal para el 'atrezzo' del acto electoral fue al nacionalista Anxo Quintana, que llegó a contar con dos centenares de ancianos entre sus oyentes.
La historia es ya conocida: el jueves pasado, unos excursionistas de la tercera edad pagaron 15 euros cada uno convencidos de que iban a una excursión a Portugal y terminaron en un restaurante de la localidad pontevedresa de Oia escuchando a la esperanza blanca de nacionalismo, mientras zahería con sus dardos verbales a la derecha caciquil y ultramontana. No deja de ser curioso las dos varas de medir que todavía tiene la sociedad española. Si esto le hubiese ocurrido a Núñez Feijóo, una parte significativa de la potencia mediática madrileña lo habría crucificado.
Existe un pacto de no agresión entre socialistas y nacionalistas. Entre bomberos no nos vamos a pisar la manguera. Así que procuran durante la campaña no agredirse verbalmente. Claro que todo tiene un límite y ayer Touriño tuvo que salir al paso de los ancianos emboscados asegurando que «creía que estas prácticas ya estaban erradicadas de Galicia». Es cierto que durante años nos quejamos de las malas prácticas del fraguismo, pero es peor todavía que aquellos que pasaron su vida en la oposición criticándolas, ahora, desde el poder, las lleven a cabo corregidas y aumentadas.