Carta abierta a Manuel Brenes
No es por personalizar, señor Brenes, pero no se me ocurre a nadie más relacionado con este asunto que usted para quejarme. Primero, porque es usted el delegado provincial de Educación y segundo, porque, aunque tal vez no tenga hijos en edad escolar, sí podría tener algún nieto. Y en esto de qué hacer con los niños, pringamos todos: de la primera a la tercera generación.
Actualizado:No puedo evitar ese tic tan facilón para un periodista que es empezar un artículo recurriendo a una definición de la RAE o a las entradas que tiene en Google un término. Dicen los señores de la Academia que conciliar es una persona que asiste a un concilio o bien «componer y ajustar los ánimos de quienes estaban opuestos entre sí» o «conformar dos o más proposiciones o doctrinas al parecer contrarias» o «granjear o ganar los ánimos y la benevolencia, o, alguna vez, el odio y aborrecimiento». Mire usted que de todas, yo me quedo con la última, porque los consejos escolares o quien quiera que ha decidido que los niños no asisten a clase durante toda la semana que viene, se han granjeado mi odio. O más bien mi aborrecimiento y si quiere, mi aburrimiento.
Cada Semana Santa, Navidad, verano o Carnaval se plantea la misma disyuntiva. ¿A dónde acudir si una no tiene parientes, primos o vecinos de confianza? Resulta que en esta última ocasión, han quedado algunas plazas libres en el programa de Conciliación del Ayuntamiento, pero quizá no haya tanta suerte la próxima. No sobraron en Navidad ni en verano, o sea que lo mismo me presento en la plaza Mina con el niño, una mochila y unas notitas que las madres solemos dejar a modo de libro de instrucciones.
Sí, ya sé, ya sé, que no puede enfrentarse a la comunidad educativa al completo, que dar clases es muy estresante (aunque sea de 9.00 a 13.45... y cuidado), que es un trabajo muy desagradecido, que los padres somos unos irresponsables, que parimos y luego no miramos las consecuencias... Ya sé, ya sé, pero ¿a quién se lo cuento? Aunque sea, sírvame usted de paño de lágrimas.