LOKI, EL CHIHUAHUA que acaba de morir y con el que Rourke se presentó en el Festival de Venecia. / EFE
MICKEY ROURKE ACTOR

«La fama y el dinero me volvieron estúpido»

Acaba de perder a su chihuahua, pero este domingo puede volver a lo más alto gracias al Oscar por la semiautobiográfica 'El luchador'

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Mickey Rourke ya no es un nombre maldito en Hollywood. Rehabilitado, el actor más prometedor de los años 80 se ha llevado el Globo de Oro y es favorito al Oscar por lo que muchos entienden como su gran combate personal, El luchador. Nacido en Nueva York hace 56 años y criado en Miami, donde se trasladó cuando su madre se volvió a casar, el duro Rourke tuvo una infancia violenta y fue un adolescente conflictivo. Pero como buen superviviente ha resucitado gracias a este drama sobre el ocaso de un profesional de la lucha libre, que ha rodado a las órdenes de Darren Aronofsky. El galán con fama, poder y dinero se retiró en los 90, cuando estaba en lo más alto, para boxear como profesional. Lo perdió todo y hoy, 15 años después, con la cara destrozada por los golpes y la cirugía, combate la soledad junto a sus perros. Por cierto, Loki, el chihuahua con el que se presentó en Venecia y al que dedicó el Globo de Oro, acaba de morir.

-Su personaje es una vieja gloria que continúa entrenando cada día. ¿Cree que así viven los deportistas que están a punto de retirarse?

-Cada uno envejece de diferente forma. En otra época, grandes como DiMaggio, Manter y Roger Maris no entrenaban levantando pesos, no estaban obsesionados con su cuerpo. Hoy todos van al gimnasio. Los atletas, aunque estén en periodo de descanso, no paran de trabajar. Es muy duro levantarte cada mañana y ponerte manos a la obra, hubo momentos en los que no podía, me dolían las rodillas. Pero continué porque pensaba que, si yo era capaz de hacerlo, mi personaje también. -¿Cómo es la lucha libre?

-Es el deporte en el que más me he involucrado. Hay una verdadera camaradería entre los luchadores. Son tipos que se conocen bien, son amigos, van de ciudad en ciudad y están juntos durante 24 horas. Acuden a los mismos bares, toman los mismos esteroides, salen con las mismas chicas y tienen su propio lenguaje cuando pelean. Hay ciertos trucos, señales que se hacen durante la lucha. Lo suyo es, de verdad, un trabajo en equipo con el que se dedican a entretener al público, pero al mismo tiempo son atletas.

Partir la cara

-Cuando rodaban las peleas, entre el público estaban auténticos profesionales de la lucha libre.

-No había dinero para filmar con extras. El presupuesto era de cinco millones de dólares, por lo que Darren decidió rodar como si fuera un documental, como si fuéramos la guerrilla del cine. Se arriesgó mucho, pero como es tan bueno como Coppola y Cimino, las escenas quedaron bien.

-Usted fue boxeador.

-Pero no sabía nada de los luchadores. Cuando boxeaba, la lucha me parecía una broma, pensaba que se trataba de hacer creer al público que se peleaban, pero he descubierto que estos tipos realmente se lesionan. Sus cuerpos chocan y sus vértebras se resienten. Me alegré de terminar el filme porque sufrí más y me hice más daño en los tres meses de rodaje que en los dieciséis años que estuve boxeando.

-¿Se identifica con el personaje?

-Me identifico con su pasión por no querer terminar con algo que ama. Es su última oportunidad. Odiaba al personaje cuando lo estaba haciendo. No me gustaba nada que fuese un perdedor incapaz de tomar responsabilidades, algo que yo hice durante muchos años. Gracias a la terapia, mi vida cambió. Física y emocionalmente fue agotador, porque me obligó a recordar partes de mi vida de las que me siento avergonzado. Nadie quiere admitir que se ha equivocado tanto y tan mal en la vida.

-¿Se ha redimido de sus pecados?

-Mi comportamiento durante 15 años fue terrible y he pagado un precio. Ya no culpo a los demás, procuro arreglar los platos rotos. Ahora entiendo de dónde vengo, la arrogancia con la que me he comportado, mi orgullo era una máscara para esconder el abandono que sufrí en mi infancia.

-Vuelve a tener la fama a su lado.

-La fama es una tontería. La fama y el dinero me volvieron estúpido, egoísta y arrogante. Te acostumbras a ser alguien y, de pronto, no eres nadie. Entonces, no quieres ni salir de casa, odias ir a la tienda porque sabes que alguien en la cola te preguntará si no eres el de las películas.

-El domingo podría ganar un Oscar.

-Mi cabeza no deja de dar vueltas a esta idea. A veces pienso que es posible y otras que no. He estado tanto tiempo fuera de juego que ahora aprecio mucho más lo que estoy viviendo. Salir del infierno ha sido muy difícil, conseguir que los directores y los productores vuelvan a creer en mí ha sido muy complejo. Pero en esta profesión, si trabajas duro, recibes tu recompensa sin rencores.