marta
Se llamaba Marta, tenía 17 años, estaba comenzando una vida y conoció al chico equivocado en el peor momento. Parece fácil escribirlo, pero a esta joven sevillana le ha costado la vida. Asistimos en estos días horrorizados al peor de los desenlaces de esta macabra historia, la mayoría de nosotros no alcanzamos a comprender como se puede truncar la vida de una chica tan joven, por un supuesto problema de celos. Hasta ahora van cuatro inculpados entre ejecutores materiales y encubridores del crimen, todos ellos jóvenes entre 20 y 15 años, y las diligencias siguen abiertas. Mucho se dirá a partir de ahora de la personalidad del presunto asesino y sus cómplices, de si pertenecían a una familia desestructurada, de si crecieron en un ambiente conflictivo o fue la falta de cariño o referentes familiares la que les ha llevado a desarrollar un tipo de personalidad destructora. Nada de esto les exculpará, puede servir para comprender determinadas actitudes o conductas, pero nada es determinante. No todos los jóvenes de familias desestructuradas se convierten en asesinos, es verdad que hay jóvenes que tienen el listón de la adaptación social mucho más elevado, pero aún así superan condicionantes traumáticos. Sea como fuere a los padres de Marta nada les consuela.
Actualizado:He escrito otras veces sobre el cambio, o tendría que decir la involución, que estamos notando entre nuestros jóvenes. Digo involución quizás porque pertenezca a una generación de mujeres que tuvimos que luchar por hacernos un lugar en nuestra sociedad y en nuestras relaciones, tuvimos que luchar para evitar que el hecho de ser mujer supusiera un obstáculo o un lastre en nuestras vidas. A veces parece que poco o nada hubiera cambiado. En estos días el Ministerio de Igualdad ha dado la voz de alarma ante el cada vez mayor número de casos de violencia de género en mujeres jóvenes. Marta no es más que el último y más sangrante ejemplo.
El tipo de relaciones que establecen muchos jóvenes hoy tiene que ver con la dependencia y la sumisión, tiene que ver con el sentido de la propiedad y con el mía o de nadie. Nuevos protagonistas para viejas historias.