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EN CASA. El joven barbateño atendió ayer a LA VOZ en su domicilio del barrio de Blas Infante. / J. M. A.
Ciudadanos

«No me creo que esté libre»

Juan Francisco Sánchez comienza una nueva vida en Barbate tras pasar 16 meses encarcelado en Puerto II, condenado sin pruebas por un delito de tráfico de drogas

JESÚS M. ARAGÓN
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Barrio de Blas Infante. Barbate. Unos minutos antes de que la familia se siente en la mesa para almorzar los macarrones que ha preparado la madre, una de los nueve hermanos de Juan Francisco Sánchez llama a gritos desde el portal a la esposa de éste, Toñi, que baja en apenas unos segundos alertada por los vecinos de la visita «de un hombre del periódico para hacerle unas preguntas a Juanito».

Este joven barbateño, de 30 años de edad, casado y con dos hijas, reconoce a LA VOZ que aún no ha superado el estado de nerviosismo y ansiedad que le ha supuesto, tras 16 meses de encierro, salir de la cárcel, absuelto por un delito al que no ha podido vinculársele por falta de pruebas.

En un principio Juan Francisco se niega a «hablar con nadie sin que esté aquí mi abogado». En el interior de la casa, y ya más tranquilo, Juan Francisco se sincera.

Hace apenas 48 horas que acaba de recuperar su libertad y aún no se cree que esté libre. El cuarto hijo de esta familia numerosa de origen humilde de Barbate ha pasado el último año y medio de su vida cumpliendo condena en un calabozo del centro penitenciario Puerto II de El Puerto de Santa María, y quiere recuperar poco a poco su vida de antes.

Pese a que ya ha sido excarcelado, él no ha recibido todavía el documento oficial que lo acredita como un hombre libre. Pero no hay nada que temer; la sentencia dictada hace unos días por la Sección Primera de la Audiencia Provincial que revoca el fallo condenatorio contra él ya es firme.

«Estoy muy contento. Han sido unos meses muy duros», confiesa Juan Francisco, arropado en todo momento por su madre, Adela Lucio, y algunas de sus hermanas pequeñas y sobrinas.

Una de las primeras cosas que hizo nada más salir de prisión el pasado lunes fue acercarse a ver el mar. Sobre su encarcelamiento, toda la familia estaba convencida de que el joven era inocente de los cargos por los que fue condenado. Y es que sobre él pesaba una condena de tres años y tres meses de prisión, dictada en noviembre por el juzgado número 1 de lo Penal de Cádiz, por su presunta participación en un alijo de hachís frustrado por la Guardia Civil en la madrugada del 4 de octubre de 2007 en la playa La Palmera, entre las localidades de Barbate y Zahara de los Atunes.

Finalmente el recurso de su abogado hizo que la Audiencia revocara la condena por falta de pruebas, como adelantó ayer este medio. Ahora, este joven barbateño ha quedado en libertad, y su historial delictivo vuelve a estar inmaculado.

Según el letrado, José Álvarez, «el caso está lleno de contradicciones». Éste recuerda que «sólo porque se encontrara la placa de matrícula de un quad propiedad de su mujer en la zona no puede condenarse a alguien».

Indemnización

Lo más sorprendente del asunto es que, incluso suponiendo que Juan Francisco no hubiera sido absuelto, ya habría cumplido en prisión preventiva casi la mitad de la condena total que le impuso el juez, lo que pone de manifiesto la extrema lentitud de la justicia en su caso.

«Tenerlo tanto tiempo en preventiva es una barbaridad y una monstruosidad», critica el abogado y también su propia familia, aunque «a veces la justicia cumple con su cometido, y es justa, porque después de condenar a mi defendido se ha sabido rectificar sin que hayamos tenido que llegar a instancias superiores», asegura Álvarez.

La forma legal que se aplica en este tipo de casos para compensar el error cometido es la indemnización económica. La familia estudia ahora presentar un recurso para reclamar esa indemnización por daños y perjuicios. De momento su madre y su mujer se conforman con «tener aquí a mi niño y haber terminado este calvario».

Juan Francisco, mientras tanto, sólo piensa en encontrar un trabajo y olvidar para siempre este dramático episodio de su vida que ha tenido, como pocas veces sucede, un final feliz.

lajanda@lavozdigital.es