El último gran monstruo
Imaginen un monstruo. Lo más feo que hayan visto nunca. Que dé miedo o no ya es opcional, depende de la necesidad que haya tenido cada cual de que le dejasen la luz encendida o depende de hasta qué edad necesitase cada cual que le dejaran la luz encendida. Un monstruo sin piedad, en cualquiera de los casos. La baba le cae verduzca, las uñas son hachas de bomberos ennegrecidas (por eso son de bomberos, de tanto usarlas contra el fuego), los brazos son tentáculos peludos y el olor; el hedor lo invade todo. El miedo se apodera de uno.
Actualizado: GuardarComo no hay monstruo que se precie sin su nombre, le pondremos el de deflación, el último gran espanto que la economía nos ha inoculado en nuestros sueños burgueses. Antes aparecieron los de la recesión (que parece que se quedará en nuestras camas un buen periodo) el de estanflación (cuyo espíritu se ha esfumado porque era una mezcla de recesión e inflación y ahora estamos en lo contrario de los precios altos), estafa (con apodos como Madoff, hipotecas subprime, créditos ninja), procesos concursales (para ser sinceros, asustaba más lo de quiebras o suspensiones de pagos... que este nuevo calificativo es como ponerle una corbata a un hombre lobo), estancamiento, paro masivo (que es igual que la boa constrictor; si sólo se dice boa no da tanto pánico)... Y así una buena caterva de pesadillas antes, durante y después de Navidad. Decíamos que al último en llegar se le llama deflación. Es peligroso, no se dejen engañar. Sería uno de esos niños con caras angelicales que cargan con el demonio dentro y empujan al suicidio a sus amas de llaves. Puede aparentar ser tan buena como que bajan los precios y eso lo aplaudimos todos. Aunque la economía vive de crecer, de no detenerse y, por supuesto, de no retroceder un solo paso. Si lo desean, consideren a la economía como el mayor de los monstruos porque los crea a todos. Pero ése es otro debate. No apaguen la luz.