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Un año después

Ha pasado ya un año desde la proclamación de la independencia de Kosovo. Las celebraciones en Pristina no pueden ocultar que la situación política y económica es «frágil», por utilizar el término diplomático del enviado especial de la Unión Europea. A pesar de haber crecido un 6%, según estadísticas oficiales, y de disponer de Constitución, bandera, himno y Gobierno democrático, Kosovo sigue siendo un país muy pobre e inestable. Su existencia se justifica por la todavía reciente memoria de la guerra y la limpieza étnica. Por supuesto, en su primer año de vida no se ha resuelto la situación de la minoría serbia en el norte, bajo protección y a la vez control de las tropas de la OTAN. De modo similar, la UE ha desplegado en Kosovo una misión conjunta de policía y de jueces llamada EULEX para garantizar el orden público. Esta tutela internacional deberá continuar una larga temporada si no se quiere que regrese la violencia entre albano-kosovares y serbios.

JOSÉ M. DE AREILZA
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La UE es en parte responsable de la situación, al no haber prestado suficiente atención a su patio trasero una vez terminó la guerra de los Balcanes en 1999, limitándose a enviar tropas y dinero a la región. Los europeos no hemos sabido invertir el capital político que contiene el proceso de integración para lograr mejores soluciones que una serie de proclamaciones de independencia poco deseables, desemboquen o no en Estados fallidos.

Pero estamos a tiempo de actuar en positivo. En vez de pagar la factura de su seguridad, la Unión Europea debería ser capaz de dedicar algo más de atención política a esta parte del continente. Puede utilizar con más energía e inteligencia la baza de la futura integración tanto de Serbia como de Kosovo en su seno para estabilizar y desarrollar ambos territorios. Es cierto que dentro de la UE hay todavía cinco Estados que niegan la realidad y no reconocen Kosovo -Grecia, Chipre, Rumanía, Eslovaquia y también España-, no exactamente un 'dream team' europeo. A cambio, un grupo de 54 Estados de todo el mundo ya lo ha hecho, entre los que se encuentran las democracias más avanzadas del planeta.