Sociedad

En Bombay también hay esperenza

Danny Boyle ofrece en 'Slumdog Millionaire' una romántica historia ambientada en la vida de las chabolas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La sombra de Danny Boyle es estos días tan alargada que no sólo se proyecta sobre las lujosas fiestas de Londres, Los Ángeles o Nueva York, sino también sobre los tugurios de apuestas ilegales de Nueva Delhi, Calcuta o Bombay. Slumdog Millionaire, su última película, ha convulsionado la India. El gran público la adora, algunos radicales la condenan y muchos tunantes, como los apostadores, hacen caja gracias a su candidatura a los Oscar. Han recaudado ya en torno a 20 millones de euros aprovechando el fervor popular que se palpa en el inmenso país de los contrastes. Según sus previsiones, de naturaleza más bien interesada y poco apasionada, se trata de la más firme aspirante a la estatuilla dorada.

El ambicionado Oscar le otorgaría al director de Manchester un estatus bien diferente al que ha mantenido durante años. Porque ya su candidatura, compartida por otros directores europeos como el británico Stephen Daldry (La duda) o el holandés Gus Van Sant (Mi nombre es Harvey Milk), tiene un cierto simbolismo. Escenifica la decadencia del imaginario hollywoodiense y el empuje del cine independiente. El protagonismo de realizadores como él, crecidos a base de satisfacer sus propias inquietudes. Los últimos cineastas de interés en una época, la contemporánea, carente de grandes autores.

En Slumdog Millionaire, Boyle -conocido a raíz del triunfo de Trainspotting- cuenta la historia de Jamal Malik (Dev Patel), un desharrapado huérfano de los arrabales de Bombay que se presenta a un concurso televisivo con la idea de llamar la atención de una chica. Dada su escasa educación y su historial de supervivencia, sus sorprendentes aciertos en el espacio -la versión india de ¿Quieres ser millonario?- llevan a la Policía a interrogarle, dando pie al relato de unas vivencias extraordinarias. Unos relatos de amor, pobreza extrema y violencia latente que han maravillado a la crítica internacional.

Al límite de géneros

Basada en la novela Q and A, del diplomático y escritor indio Vikas Swarup (editada en España con el título ¿Quién quiere ser millonario?, Ed. Anagrama), Boyle muestra una fascinante narración, repleta de sorprendentes giros dramáticos y al límite de géneros. Slumdog Millionaire es un filme magnífico, atemporal, que mezcla episodios atroces con otros divertidos e incluso poéticos. Su protagonista es un buscavidas que huye de un universo lamentable donde las mafias mutilan a niños para convertirlos en mendigos. Boyle muestra la sordidez y la calamidad sin caer en la denuncia fácil ni en la mirada condescendiente hacia los desheredados.

Escrita por Simon Beaufoy, guionista de The Full Monty, lo más llamativo de Slumdog Millionaire es que como proyecto tenía todas las probabilidades de derivar en un gran fiasco y, en cambio, se presenta ya en los cines como la excelente rareza que es. Una arriesgada cinta dirigida por británicos y rodada en Bombay, protagonizada por actores desconocidos, unos ingleses y otros indios, y ambientada en un océano de chabolas. Su argumento, además, cuenta con una carga sentimental que, sobre el papel, resultaría a todas luces desmesurada, al igual que la utilización de la música, que salpica todo el metraje de rap o música tradicional, y todo ello sin mencionar que sus personajes son tan capaces de protagonizar una trepidante persecución como de bailar y cantar borrachos de amor. Pese a todo, o gracias a ello, es realmente magnífica.

Aparte de la novela de Swarup, Boyle ha citado tres filmes de Bollywood -el edulcorado y colorista cine hecho en Bombay-, como referencias fundamentales para comprender mejor de dónde proviene esta historia: Satya, Compañía y Viernes Negro. Con todo, resulta inevitable acordarse de Ciudad de Dios, la desgarrada crónica de la vida en las favelas a cargo del brasileño Fernando Meirelles. Como sucedió con aquélla, Slumdog Millionaire ha sido blanco de los ataques voraces, incluida una demanda judicial por presunta difamación, debido a la supuesta «falta de respeto» que muestra hacia los millones de chabolistas que habitan en los patios traseros de la India.

Desterradas las polémicas de turno, lo cierto es que con este filme, cuya traducción literal sería Perro de chabola millonario, Boyle ofrece la mejor versión de sí mismo. Ha triunfado en los Globos de Oro y en los premios Bafta, y ha recibido también el reconocimiento expreso de diferentes asociaciones relacionadas con el séptimo arte, como las de productores, directores, actores y guionistas estadounidenses. Se ha ganado al fin la entrada por la puerta grande al olimpo de Hollywood con una película que destierra del todo la estética pop y sobrecargada de sus anteriores películas.

Irregular

«Tal y como empezó, parecía que iba a ir mal. Pero al final ha sido mejor. En la India hablan del destino. Hay que confiar en él», reflexiona Boyle, que ahora puede disfrutar como nunca de su carrera. Una trayectoria iniciada en el teatro que en los noventa irrumpió como un soplo de aire fresco en el cine británico que se fue templando con el tiempo. Ahora, a sus 52 años -catorce después de su primer largometraje, A tumba abierta- este profesional ha demostrado que tiene como mayor defecto la irregularidad de su filmografía y como mayor virtud la de que, al igual que su compatriota Michael Winterbottom, nunca se repite a sí mismo.

Es por ello que tantas veces resulte estupendo y que tantas otras sea decepcionante. Estupendas son sus dos primeras películas, la citada A tumba abierta y la rabiosa Trainspotting, ambas protagonizadas por Ewan McGregor y consideradas de culto, e incluso 28 días después, un relato de zombies modernos. Por el otro lado, la comedia romántica Una historia diferente, también con McGregor; la desconcertante La playa, con Leonardo Di Caprio; la futurista y presuntuosa Sunshine o la familiar Millones no mantienen ese nivel esperado en un autor de su valía. A todas ellas, pese a su notable distancia, les hace un guiño la última película de Boyle.

Los baños públicos rebosantes de excrementos que tanta repugnancia provocaban en Trainspotting aparecen de nuevo en Slumdog Millionaire, que, al igual que en Millones, vuelve a tener como protagonistas a dos hermanos antagónicos. Detalles para los espectadores más observadores o los más aficionados a este director, que hasta hace no tanto aseguraba que el mejor filme de un cineasta siempre es el primero. «Durante Slumdog Millionaire me sentí virgen», resume.