Papá, ven en tren
Actualizado: Guardarste era el eslogan que sacó Renfe en su día una vez que la compañía se ferrocarriles se fue modernizando algo y había que ver la forma de contrarrestar el transporte del viajero por carretera. Se pasó de aquellas máquinas de carbón, que tanta suciedad producían a todo el tren, por unas de motor diésel con mayor potencia. Se cambiaron los vagones de madera por otros de metal, menos ruidosos y más cómodos. También se ganó en rapidez. Recuerdo en aquellos tiempos que los viajes a Madrid eran una verdadera odisea. El tren correo salía de Cádiz a las diez de la mañana y llegaba a Madrid al día siguiente a la misma hora. El rápido echaba 16 horas en llegar a la capital de España. El tren que podíamos decir que era de «lujo» era el Exprés. Este salía de Cádiz a las seis de la tarde y amanecía en Madrid, con su coche cama y su restaurante. Por supuesto, no existían los trenes de cercanías, tan sólo había uno al que llamaban el corte y que iba de Cádiz a Jerez una sola vez al día; y otro más que iba a Sevilla y al que llamaban el fantasma porque se sabía cuándo salía, pero nunca cuándo llegaba. Viajar en aquellos trenes tenía algo de romántico; se charlaba con todos, se hacían amistades en aquellos departamentos de seis u ocho personas. No faltaba en los vagones la pareja de la Guardia Civil, el inspector de Policía y no sé qué tranzan se daban que era muy difícil que no hubiera también una pareja de monjas o un cura. En lo que casi siempre se coincidía era en las viandas que se llevaban y que solían ser huevos duros, tortilla de patata, un filete empanado y el consabido plátano. Afortunadamente, hoy hemos conseguido un buen servicio de tren con buenos coches, cómodos, limpios y rápidos. Y de una extraordinaria puntualidad. Por ello, hoy me dicen, «¿Abuelo, ven en tren!»