¿Qué está fallando?
Como les imagino al tanto de las múltiples noticias que se van sucediendo relativas a la trágica muerte de la sevillana Marta del Castillo, presuntamente asesinada por un tal Miguel CD, me van a permitir que evite cualquier detalle, en especial aquellos que por su naturaleza puedan resultar escabrosos. Igualmente les supongo al tanto de las laboriosas gestiones que realizan, tanto la Guardia Civil, como la Policía Nacional o los miembros del Ejército, al objeto de localizar el cuerpo de esta chica (ojalá haya aparecido mientras estas líneas se imprimen), no vaya a resultar que la ausencia de cadáver permita que el presunto mal nacido, que acabó con su vida, quede impune del cargo de homicidio por el que, con toda probabilidad, será juzgado.
Actualizado: GuardarPor tanto comprenderán que el motivo de estas líneas no es hablarles sobre la investigación policial; ni narrarles las incidencias de una búsqueda que las benéficas lluvias de estas últimas semanas se han empeñado en complicar; ni tan siquiera entrar al análisis de esos nuevos medios que, voluntariamente, limitan la privacidad de quiénes a ellos se unen y que, a modo de redes sociales, proliferan por internet. El motivo de estas líneas es mucho más sencillo, pues tan sólo pretendo hacer una pregunta para la que temo nadie tiene respuesta: ¿qué está fallando en esta sociedad ?
¿Qué falla para que un tío de veinte años mate a golpes a una chica de diecisiete, con la que apenas ha convivido durante un mes? ¿Qué coño falla en esta sociedad para que roces cualquier coche estacionado en la zona del botellódromo, y su dueño la emprenda a palos hasta reventarte un ojo? Qué podrida está la sociedad actual, como para que cualquier niñato se crea con derechos sobre el bien y el mal, para que se considere al margen de las mínimas obligaciones de convivencia pacífica que establece el Estado y, para que cualquier descerebrado, lo mismo te mata de una puñalada a la puerta de una discoteca porque se lo pide el cuerpo, que te pega un cenicerazo en todo el cerebro porque no quieres bailar al son que le sale de las pelotas.
Entiendan ustedes que escribo esta columna por dos motivos: uno, como padre de una niña que pronto iniciará su propia andadura en una sociedad que no acabo de entender y que cada vez me atemoriza más; otro, como ciudadano de un país en el que tan sólo hace diez años aún hablábamos de usted a las personas mayores, las mismas a las que cedíamos el asiento en el autobús, o permitíamos seguir por la acera aunque para ello nosotros tuviéramos que bajar de la misma. En mi juventud, un desengaño amoroso se suplía con otro amor. A lo sumo, uno buscaba un par de amiguetes con los que tomar unas copas y liarse de borrachera para olvidar. Pero esto
Lo triste es que la solución al problema no consiste en crear un Ministerio de la Igualdad de las narices, con una ministra al frente preocupada por actuaciones de corte simplón, como tampoco esta situación se va a solucionar gracias a la Educación para la ciudadanía, o cuando en todos los documentos se imprima el consabido «amigos/amigas, señor/señora ». El problema necesita una solución de muchísimo calado donde deben implicarse todos los sectores sociales. ¿Hay tanta educación por inculcar, que quizás se nos está escapado de las manos!
Déjenme finalizar uniéndome al dolor de una familia, de unos amigos, de un barrio y de toda una ciudad que llora la pérdida de Marta. Igualmente permitan que también me una a quiénes piden mayor dureza, así como el cumplimiento íntegro de las condenas para aquéllos que, como este «presunto cabrón», son capaces de despreciar la vida humana...