VUELTA DE HOJA

Multitudes

La gente empieza a congregarse. Todavía no han decidido tirar por la calle de en medio y se reúnen en las plazas. Soledades juntas, que dijo el poeta. Si «con el número dos nace la pena», con la muchedumbre se disuelve o se reparte, pero misteriosamente todos caben a más. En el futuro vamos a ver muchas manifestaciones, incluso participando en ellas, aunque los parados impidan ver el bosque del desempleo. Hasta ahora, los procedimientos más habituales para reclutar personas solubles en la multitud han venido siendo los himnos y las arengas. (Louis Ferdinand Céline cuenta en Viaje al fin de la noche cómo muchos de su generación se afiliaron gracias al morse estruendoso de los tambores). Ya se sabe que a ciertas épocas, un redoble equivale a un silogismo.

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¿Cuántas criaturas, entusiasmadas o descontentas, hacen falta para formar una manifestación? La tiranía del número, que es más legítima que cualquier otra, ha determinado que la muchedumbre tenga no sólo buena prensa, sino buena literatura. A lo largo de la historia siempre se había puesto como un trapo, quizá para aprovechar el impulso para seguir cualquier bandera. Se llama «vil», «despreciable», «despótica», «inconstante». Incluso en la Biblia, el profeta Isaías no muestra una opinión favorable a cerca de las colectividades. Quizás esto sea así porque desde siempre se ha comprobado la escasa resistencia a la manipulación.

He visto a lo largo de mi no corta vida aglomeraciones de gente que mostraba su adhesión inquebrantable o su repulsa más enérgica.

Incluso he propuesto, para saber los que acudieron a ellas, contar los pies y dividir luego por dos. El margen de error sería escasísimo. Sólo lo desequilibrarían los cojos que cuando tenían las dos piernas acudieron a otras manifestaciones.