Opinion

Sopa de aleta de tiburón

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Hay que ver el arte que tiene la gente de Jerez. Llevaba yo como tres semanas, antes de acabar imbuido por el caso Pacheco (o caso Jerecom, que decía el señor Cabaña probablemente para no ofender a su ex socio), dale que te pego con el Plan de Movilidad, y no lograba dar con la clave que definiera todo este asunto. Primero se manifestaron los comerciantes de Porvera, luego se quejaron los padres del Colegio San José La Salle porque ya no podían aparcar un momento en doble fila para dejar a sus hijos, después quemaron los pivotes de la calle y al final hasta hubo una rebelión popular al más puro estilo del viejo Oeste (según la alcaldesa) contra los nuevos autobuses, que desembocó en un asalto a la Delegación de Movilidad.

Los pivotes de la calle, que se usan para separar el carril bus del otro, son designados por cierto a través de un pseudotecnicismo: aletas de tiburón. Lo del arte de la gente no iba con guasa. Un salado internauta me aliñó, hace ya varias semanas (sólo que se me había pasado comentarlo), una de las noticias que se publican en la web dando una idea a los políticos y técnicos de Movilidad, Infraestructura y Urbanismo, para que entre todos se pongan manos a la obra. Si la gente quema los pivotes, mejor no los sustituyan: llevénselos para hacer sopa de aleta de tiburón. Lo que pudiera parecer una anécdota con más o menos gracia tuvo su recorrido, porque cada vez que veo un compañero del oficio, para preguntarle cómo va eso del Plan de Movilidad, le digo (o él a mí): «Qué, cómo va eso de la sopa de aleta de tiburón». Eso sí, ahora que he tenido que cambiar de tema, y por culpa del presidente de la Diputación, ya no sé si hablar del caso Pacheco o del caso Jerecom, aunque se trate de dos realidades paralelas.