Respuesta global
El llamamiento de los ministros de Economía de los siete países más industrializados (G-7) contra la tentación proteccionista como opción defensiva ante la crisis financiera, revela la grave preocupación mundial ante los riesgos que acechan al libre comercio base de la prosperidad y el crecimiento global. Pero la adhesión entusiasta de los responsables del G-7 a esta declaración contrasta con la implementación de ayudas de estado a determinados sectores, especialmente el del automóvil, que se han registrado ya en Francia e Italia, mientras Estados Unidos incluye en el plan de recuperación de Obama la cláusula Buy American animando a sus habitantes a comprar productos fabricados en el país. Semejante contradicción podría neutralizar, en la práctica, las decisiones estratégicas de los organismos multilaterales como el G-7, el FMI o el Foro de Estabilidad Financiera y, lo que sería más grave, erosionar su autoridad y el prestigio de sus recomendaciones en un momento en que el planeta requiere de un liderazgo claro para encauzar sus fuerzas en una sola dirección. Sin embargo, el cumplimiento de las líneas directrices emanadas de las economías más potentes dependerá de la regulación y mejora de la transparencia de los mercados financieros y de la capacidad de los supervisores nacionales e internacionales de detectar las malas prácticas. Pero el fracaso de los llamamientos del G-20 a finalizar la Ronda de Doha en su última reunión de noviembre autorizan a desconfiar de la capacidad de los mismos actores internacionales de llevar a la práctica sus recomendaciones.
Actualizado:Porque solo el establecimiento de reglas globales fuertes, principios, integridad y transparencia, logrará poner las bases de la estabilización de la economía global y la recuperación de la confianza del sistema financiero. En esta tarea el Fondo Monetario Internacional se perfila como instrumento estratégico y decisivo, tanto en su papel supervisor como gestor de fondos con flexibilidad y eficacia desempañando un papel para el que requerirá una profunda reforma y mayores recursos. La coincidencia de la mayoría de los observadores de que lo peor de la crisis puede estar por llegar impone a la comunidad internacional un firme compromiso con las directrices emanadas de los organismos comunes en la convicción de que no existen soluciones nacionales sino que es preciso encontrar respuestas globales.