Impunidad anulada
La determinación por parte de un novedoso movimiento de jueces no afiliados y de los miembros de dos de las cuatro asociaciones profesionales de mantener el llamamiento a la huelga para este miércoles, a pesar de la posición contraria del Consejo del Poder Judicial, del Gobierno y de todos los partidos con representación en el Congreso, refleja un irresponsable empecinamiento que no puede encontrar justificación en el vacío legal en que se escudan los convocantes. No sólo porque ese vacío no se había interpretado como tal hasta ahora, dado que la imprevisión constitucional al respecto se ha venido poniendo en relación con la imposibilidad expresa de los jueces para poder sindicarse o militar en partidos políticos; y también con su consideración no como simples funcionarios públicos, sino como los integrantes de un poder del Estado esencial para el sostenimiento del mismo. No es cierto, como parecen pretender quienes apoyan la huelga, que el debate jurídico abierto y la disparidad de algunas posiciones vengan a avalar una reivindicación insólita en tres décadas de democracia. Antes al contrario, es la apuesta por una movilización excepcional la que ha azuzado una controversia cuya resolución no debe encararse, en ningún caso, a la luz de una medida de presión adoptada sin cobertura legal, tal y como ha advertido el CGPJ.
Actualizado: GuardarLa decisión de los convocantes, entre los que se encuentran algunos jueces decanos, de fijar unos servicios mínimos desoyendo al propio Consejo no sólo certifica su temeraria voluntad de llevar la protesta hasta el final. También refleja implícitamente el temor que anida en la Judicatura, tanto entre quienes respaldan la huelga como entre quienes la rechazan, a que sus legítimas peticiones para que se modernice una Administración esclerotizada queden solapadas por una iniciativa inédita que acabe intensificando la incomprensión y el desapego de la ciudadanía hacia el funcionamiento de la Justicia. Por leve que sea, la huelga lesionará a justiciables concretos en su derecho a la tutela judicial efectiva y contribuirá a incrementar el colapso que se dice querer evitar. Si todo ello no bastara para que los promotores del paro renuncien a sus intenciones, la división en el colectivo que se está proyectando pondrá en cuestión la legitimidad de las negociaciones iniciadas con el Gobierno, tentado de instrumentalizar a su favor el malestar social que pueda causar el día 18 la inactividad de juzgados y tribunales.