Sociedad

No se avergüence y pruébelo en la tienda

Sea cual sea el uso que se dé al sofá, se debe prestar atención a su ergonomía. Hay que comprobar que espalda, cadera y brazos quedan colocados en una postura corporal correcta. Apoyar la cabeza sobre un reposabrazos demasiado duro o permanecer muchas horas sentado en un sofá que no cuida de las cervicales puede pasarnos factura. Llegados a este punto, hay que dejar la vergüenza a un lado y probar el sofá en la propia tienda. Y no basta con sentarse, sino que debe adoptarse una postura tumbada y otra recostada. El sofá debe ser suficientemente duro, pero al mismo tiempo algo más blando en la zona de la espalda. Las lumbares deben quedar protegidas por el respaldo, evitando que el cuerpo se deslice hacia abajo o que tienda a encorvarse. Hay que comprobar, también, que su altura sea de entre 85 y 95 centímetros. En el mercado hay líneas de sofás vanguardistas que combinan respaldos de no más de 60 centímetros con colores y materiales de acabado chillones: son modelos sólo para recostarse, pues sentarse en ellos durante mucho tiempo no es aconsejable.

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La profundidad del asiento, por otra parte, tiene que oscilar entre los 60 y los 70 centímetros, porque debe garantizar que al sentarnos, los muslos queden apoyados por completo. Si no fuera así, el sofá sería corto y nuestra posición corporal no sería la correcta. Además, la cadera no debe quedar por debajo de las rodillas. Lo correcto es que se pueda apoyar la espalda sobre el respaldo y que al tiempo los pies puedan posarse en el suelo sin notar presión ni rigidez alguna. Los reposabrazos deben quedar a la altura del codo, ni más arriba ni más abajo. Conviene preguntar por los modelos que permiten regular este elemento a la altura que se desee mediante los brazos desmontables.