CICATRIZ. Óscar Pereiro muestra sus heridas de guerra. / EFE
CICLISMO

Pereiro escribe sobre su cicatriz

El cliclista gallego sobrevivió a su tremenda caída en el Agnello y ahora vive su segunda oportunidad «con pasión y sin hacer planes»

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Ya se acerca la hora de cenar en el hotel Ponent Mar, en Palmanova (Mallorca). Por el hall aparece un tipo moreno sin más cobertura que una toalla blanca. Chanclas y cabello negro carbón, húmedo y bien alineado. Luce torso y cicatriz. Sobre el tajo en el brazo izquierdo se lee: Colle Agnello 2008. Es la matrícula en piel de Óscar Pereiro desde el pasado 20 julio. La fecha de aquel salto sordo sobre el guardarraíl en una curva del puerto italiano del Tour. De ahí vienen la cicatriz y la inscripción. Lo recuerda: «Bajaba por la derecha, iba adelantando al pelotón. Estaba mojado. Todos se echaron a la derecha por una caída. Me tuve que ir contra la valla». Elegir: «No quise tocar el freno. Preferí caer por encima en vez de por debajo del guardarraíl». Instinto de supervivencia: «Si pasas por abajo te arriesgas a perder una pierna o un brazo. No me equivoqué». Lo dice la cicatriz.

Fue un salto sordo. El Tour descendía a más de 70 kilómetros por hora. Pereiro voló ocho metros. «Vi un precipicio y creí que ya no lo contaba. Sólo pensaba en recibir el golpe y en perder cuando antes el conocimiento». Con diez años, a Pereiro le llamaban Cascarilla, por ser de talla baja y por ser tan hábil. Se sacaba una paga en las discotecas dando exhibiciones con su bici de trialsín.