OTRA VÍCTIMA. Eladio recuerda a su novia en el aniversario de su muerte. / ROMÁN RÍOS
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«Aquí sale muy barato matar y si las leyes fueran más duras no habría tantas muertes»

El novio de la joven conileña asesinada hace un año en Chiclana es una de esas voces que claman por una reforma legal que endurezca algunos castigos

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Las fechas señaladas esconden el mismo riesgo que un arma de doble filo: pueden guardar recuerdos entrañables y otros dolorosos, que se resisten a ser olvidados para siempre. Hoy es el día de los enamorados y se cumple un año de la muerte de una joven conileña que fue asesinada en una colchonería de Chiclana donde trabajaba. La pareja de Loli Amaya es incapaz de escapar de esa maldita coincidencia -«no puedo evitar pensar que murió el día de San Valentín»-, pero 12 meses después guarda fuerzas para que la muerte de su novia no caiga en saco roto.

Eladio Martínez, como el padre de la niña Mariluz o la familia de Manuel Romero, quien cayó muerto en un pinar de Chipiona, son algunas de las voces que claman por una reforma penal que castigue con más contundencia delitos de sangre o de carácter sexual. Ellos han decidido no pasar página tras la tragedia. «Estamos intentando luchar a través de la Plataforma Loli Amaya, con el tema de la recogida de firmas, para que se cumplan íntegramente las penas, se endurezcan las condenas en este tipo de casos, y un tío como éste no salga enseguida a la calle. No sé cómo reaccionaré cuando tenga que ir al juicio y lo vea allí. Aún no lo he pensado».

No quiere ni pronunciar su nombre, pero se refiere a Juan Manuel Jiménez Sánchez, el presunto autor de un crimen que se le fue de las manos. Según las pesquisas de la Guardia Civil y la confesión que hizo nada más ser detenido, había elegido la tienda donde trabajaba Loli como hizo en un anterior atraco, perpetrado tres horas antes, porque había una dependienta sola. Era una presa fácil para conseguir sin demasiados esfuerzos el dinero de la recaudación. Pero terminó apuñalando a la joven y salió huyendo sin llevarse nada. «En esos días hubo muchos rumores, pero nosotros no sabíamos nada a ciencia cierta. Siempre pensamos que el que había robado en la otra tienda era quién había matado a Loli. A los pocos días de ser detenido le vi la cara. Yo lo conocía de vista por ser el típico chorizo del pueblo. Nadie se hace una idea de cómo se me quedó el cuerpo al verlo».

Eladio no era el único que conocía al presunto asesino. Con numerosos antecedentes, Juan Manuel había generado muchos problemas: destrozos en coches, robos, escándalos a altas horas de la madrugada en su vivienda de la calle Ramón y Cajal... Ese historial hizo que estuviera señalado por todo el vecindario, y que más de uno asegurara, tras la muerte de Loli, que su implicación en un crimen era algo que se veía venir. «Creo que se podía haber evitado el suceso si la Policía hubiera cogido al asesino antes, muchos días antes, porque llevaba tiempo dando la lata. Creo que la mayor culpable es la Justicia. En este país hace falta más mano dura».

Los traumas

Ése es el leit motiv del discurso de este joven de 30 años, que recompone a duras penas su vida. «Siempre he sido una persona que tira para delante, aunque el dolor sigue estando ahí, en lo más profundo. Aún me es muy difícil hacer algunas cosas. No puedo ir a cenar con amigos cuando sólo van parejas porque paso un mal rato». Tampoco puede pasar por la Cuesta del Matadero, la calle donde se ubicaba la colchonería que sigue cerrada. Pero dejando a un lado los traumas, está convencido, como el resto de integrantes de la plataforma Loli Amaya, que los delincuentes no le temen hoy en día a la Ley. «Espero que la Justicia haga su trabajo, aunque creo que si las leyes fuesen más duras no habría tantas muertes. Si el asesino de Loli sale a la calle podría volver a matar», apunta.

Ése es uno de los temores que albergan los allegados de la fallecida; que si Juan Manuel es condenado por homicidio, la pena final se atenúe por trastornos mentales. Al sufrir de esquizofrenia, la probabilidad es alta: «Eso es una excusa que últimamente está de moda. En España sale muy barato matar».

Todas las pruebas

Lo cierto es que este caso está bien atado para la Guardia Civil, que consiguió una confesión del imputado, las ropas manchadas de sangre que vistió el día del atraco y el arma del crimen, hallado en el río Iro, en el mismo lugar donde el propio Juan Manuel indicó a los agentes. «Aquí se ha destrozado a dos familias, y las pruebas contra el sospechoso están claras. No entendemos por qué hay que esperar tanto».

Fuentes de la investigación confirmaron que la fase de instrucción está ultimada. Pero los procedimientos penales discurren por un largo proceso. Aún no hay escrito de acusación formal de la Fiscalía, por lo que se antoja muy difícil que el juicio se señale a lo largo de este año. Y una vez más, las otras víctimas que quedan después de un crimen se quejan de la falta de humanidad del sistema judicial: «No se han dirigido a nosotros para comentarnos nada de este asunto, nos sentimos abandonados porque ni siquiera hemos recibido una carta o una llamada de teléfono para informarnos. Queremos que todo esto pase cuanto antes».

Y sobre el momento temible de reencontrarse con el supuesto asesino en cualquier calle de Chiclana, no quiere ni imaginárselo. «No puedo negar que la rabia la tengo encima. En el futuro, no sé cómo reaccionaría si me lo encuentro. Espero no hacerlo, que cumpla todos los años, se pudra en la cárcel y no salga por buena conducta».

Pero ese futuro aún está lejos. Por eso, su objetivo más próximo consiste en una cifra -500.000-. No se trata de dinero, sino de firmas para presentarlas en el Congreso y conseguir que se estudien sus peticiones: «Ha habido mucha gente desconocida que se ha volcado. Ya tenemos más de 200.000, aunque de las instituciones hemos tenido poca ayuda.

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