CALLE PORVERA

Éramos pocos y...

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io a luz la abuela. Sí, efectivamente, le dio al interruptor de la luz. Y es que con la que está cayendo, lo único que nos faltaba es que el recibo de la luz se multiplicara por dos de la noche a la mañana. No trabajo en FACUA, ni en Endesa, poco tengo de técnico, y todavía no tengo el hábito de pagar mensualmente por cada una de las veces que enchufo la televisión, enciendo el ordenador o pongo la calefacción... Es decir, no tengo ni idea de quién será el culpable de que las cantidades que aparecen en muchas de las facturas de la compañía de electricidad se estén viendo duplicadas. Pero si por un momento se les ha pasado por la cabeza a los de Endesa intentar colar un puñado de vatios, mal van. Nefasto momento han elegido, pues en estos tiempos en los que las cigalas han dejado paso al pan con tulipán, hasta el más ricachón cuida cada céntimo. La histeria colectiva generada por los gritos de crisis ha provocado que el pueblo en su totalidad se abroche el cinturón. Ya sea con argumentos (como es el caso de la mayoría), ya sea sin ellos, pues hasta aquel que conserva su trabajo, que no encuentra problemas para que el banco le conceda un préstamo y se mantiene en el estatus del taco, ahora (preso del pánico a la ausencia del euro) ha reducido ostensiblemente sus gastos. Más que nada, «por si las moscas». Este trastorno de personalidad que está padeciendo la sociedad podría verse claramente reflejado en el número de bajas laborales. Invito a la investigación y al análisis, pues estoy seguro de que el pánico a quedarse en el paro ha crecido inversamente proporcional al número de trabajadores que piden la baja porque se les ha clavado la uña del dedo gordo del pie. Ahora, tienen que tener la pierna colgando del último hilo de fibra muscular para quedarse en casa sin ir a su preciado puesto de trabajo.