23-F
Es importante: el programa más visto en lo que va de año ha sido la miniserie de TVE-1 sobre el golpe de 1981: 23-F: el día más difícil del Rey. Nada menos que seis millones y medio de espectadores vieron el producto. Hace un par de años nos preguntábamos aquí mismo por qué ninguno de nuestros canales había explorado, en el plano dramático, un episodio tan significativo.
Actualizado: GuardarAhora han venido dos tazas: esa miniserie de TVE-1, producida por Alea con abundante apoyo oficial, y 23-F: Historia de una traición, otra miniserie que ha emitido Antena 3, producida por la propia cadena y Cuarzo. Son productos muy distintos: el primero pretende ser una recreación exacta de los hechos según la versión oficialmente aceptada; el segundo plantea una historia de ficción clavada en el contexto del golpe de Estado, con bastantes guiños a las hipótesis alternativas a la oficial. En materia de audiencia han tenido resultados muy dispares: mientras la de TVE-1 arrasaba en su estreno (del desenlace, ayer, aún no tengo las cifras), la de Antena 3 firmaba un arranque prometedor para hundirse en el segundo episodio. Vaya por delante que desde un punto de vista técnico, en cuanto a la factura del producto, ambas historias merecen respeto: están hechas con cuidado y una cierta ambición de calidad. A partir de aquí, sin embargo, las dos exhiben defectos que no habrán dejado de decepcionar un poco al espectador interesado por este episodio.
La de TVE-1 es verdaderamente notable en la recreación de ambientes; eso se ve en detalles como, por ejemplo, los uniformes, que reproducen minuciosamente los de la época. Quizás el ejemplo más claro es el papel del Rey, interpretado por Lluis Homar. Homar es un buen actor, pero este Rey que compone tenía momentos en los que más parecía un tabernero borgoñón que un monarca en apuros. En cuanto al producto de Antena 3, la idea está bien concebida y el ritmo narrativo, a partir de un cierto momento, se adapta perfectamente al vértigo de la intriga. Pero, por un lado, los primeros cuarenta minutos podían haberse condensado en quince, y por otro, el guiño a la verdad oculta del 23-F queda tan difuminado al final que más parece un farol de tahúr.