INSUFICIENTE. Tzipi Livni festeja el triunfo durante la noche electoral que vivió con sus seguidores en la sede del Kadima. / REUTERS
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La ultraderecha decide en Israel

Livni, con un corto triunfo, corteja a Lieberman para frenar a Netanyahu

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Las todavía inconclusas elecciones generales han enredado a Israel en una encrucijada política sin paliativos. Separados por la casi insignificante diferencia de unas decenas de miles de votos, Tzipi Livni -la vencedora del recuento y dueña de una triunfante remontada personal sin precedentes- y su rival Benyamin Netanyahu -líder del principal partido del bloque derechista- se entregaban ayer por igual a la frenética búsqueda de socios para formar Gobierno.

«Livni ganó la batalla, pero perderá la guerra» o «sólo Netanyahu es capaz de perder unas elecciones que tenía garantizadas y luego convertirse en primer ministro» eran algunos de los análisis que aportaban las principales cabeceras periodísticas hebreas, coincidentes en que la candidata del Kadima acabará por lamentar una amarga victoria ante la imposibilidad de formar una coalición. O lo que es lo mismo, que el 'halcón' del Likud será quien dirija Israel.

El cortejado por ambos era ayer Avigdor Lieberman y los quince escaños de su ultraderechista Yisrael Beitenu, llave del próximo Ejecutivo. Con él se reunió Livni por la mañana, aunque después de hacerlo con el pacifista Meretz, para trasladarle un mensaje claro: «Ésta es una oportunidad para la unidad que puede promover cuestiones que son importantes para vosotros también». Ambos acordaron seguir hablando. Por la tarde, Lieberman se sentaba con Netanyahu, a la vez que uno de los diputados de la formación radical, Yitzhak Ahronovich, se recreaba en el gran poder que las urnas han otorgado al Yisrael Beitenu explicando que «todavía no hemos decidido a quién vamos a recomendar. No hemos descartado a ningún candidato sionista».

Lieberman sube el precio de su apoyo. La presencia de destacados izquierdistas en la lista del Kadima hacen improbable su inclinación hacia Livni, aunque ambos defienden una agenda civil común, centrada en el matrimonio civil y el cambio del sistema de gobierno. En el partido centrista se animaban ayer diciéndose a sí mismos, incluso, que Lieberman no es un «verdadero derechista, sino un pragmático» en cuando al proceso de paz y que la unión es por tanto posible.

Viejo aliado

La hipótesis más repetida es que se pondrá del lado de Netanyahu, su viejo aliado, y cuya candidatura integran nombres como Benny Beguin o Moshe Yaalon, más plegados a la visión política del ultra ruso. La prueba de que la coalición de derechas prospera es que Yisrael Beitenu anunciaba ayer que no va a rechazar incorporarse a un Gobierno junto al ultraortodoxo Shas, pieza prácticamente segura en el puzzle que intenta Bibi, con la que había surgido un agrio antagonismo después de que su jefe religioso, el rabino Ovadia Yosef, advirtiera el sábado de que «votar a Lieberman fortalece a Satán».

La presión de la encrucijada recae sobre el jefe del Estado israelí, Simon Peres. Aunque la tradición confirma que el mandato de formar gobierno siempre se ha encomendado en Israel a la formación más votada -a excepción de 1984, que culminó con un Ejecutivo de rotación entre Yitzhak Shamir y el propio Peres-, la ley no lo exige. «El presidente encargará la misión, después de asesorarse con los representantes de los grupos parlamentarios, a uno de los diputados que acepte (ser primer ministro)». Es la vaga regla vigente.

Con este margen, todo apunta a que el presidente aconsejará primero un Gobierno de unidad nacional o uno de rotación, ya descartado por Netanyahu. En su defecto, hará un simple cálculo matemático y trasladará la orden al partido con más probabilidades de éxito en la formación de una coalición. El Likud es la derecha y la mayoría de los grupos parlamentarios que Peres oirá son de derechas. Peres iniciará las consultas mañana, una vez que se hayan escrutado los 150.000 votos de militares y diplomáticos pendientes, y que todavía pueden dar la victoria electoral a Netanyahu. Si para ese momento, él o Livni se han asegurado una mayoría con 61 diputados, Peres tendrá su opción resuelta. De ahí que se negocie a contrarreloj.