El Congreso duda de la oferta de diálogo del Ejecutivo
Rodríguez Zapatero se queda solo en su diagnóstico de la crisis económica
Actualizado: GuardarJosé Luis Rodríguez Zapatero no encontró ni una palmada en la espalda, ni una palabra de aliento hacia su gestión, nadie que quisiera subirse a su carro. El presidente del Gobierno acudió ayer al Parlamento con una oferta de «cooperación nacional» frente a la crisis que quedó sólo en palabras. Ningún grupo parlamentario le concedió la más mínima credibilidad. En «los peores momentos», así llamó él al período por el que atraviesa España, Rodríguez Zapatero se quedó solo. Solo con su diagnóstico y solo con sus recetas.
Los socialistas habían conseguido posponer esta comparecencia, solicitada en enero cuando aún no había comenzado la etapa de sesiones, con la esperanza de encontrar algo a lo que agarrarse tras los calamitosos datos del paro (3,3 millones de desempleados). Ayer, el jefe del Ejecutivo salpicó su discurso con dos de los pocos datos positivos conocidos en las últimas semanas: el superávit de la Seguridad Social y el aumento en un 17% de la inversión extranjera. Pero ninguno de los dos sirvió para amortiguar las críticas de la oposición.
La situación es especialmente peliaguda para el Gobierno si se tiene en cuenta que apenas unas horas antes, en una rueda de prensa matutina, el portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, José Antonio Alonso, había confesado su deseo de alcanzar un pacto parlamentario «estable» para acabar con la extenuante negociación a salto de mata de cada una de sus iniciativas parlamentarias. La actitud de sus posibles socios fue poco halagüeña.
Que Mariano Rajoy -en un alto en su difícil equilibrio interno- le acusaría de falsear la realidad y de haber perdido el tiempo con medidas «erráticas» para «salvar las apariencias» se daba por descontado. Pero no fue el único que repitió esta acusación. El representante de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, también aseguró que el Gobierno «prefiere la teoría a la práctica o las palabras a la actuación» y reprochó que 2009 sea «un año de crisis para todo el mundo, excepto para la Administración».
Incluso el peneuvista Josu Erkoreka, que hace tan sólo unos meses contribuyó a salvar los Presupuestos Generales del Estado, afirmó que la imagen de Rodríguez Zapatero es la de un «boxeador noqueado». Aunque deba verse bajo el prisma de la inminente campaña para las elecciones vascas, el portavoz nacionalista subrayó que el Gobierno «falló en la previsión y falló también en la prevención, dos fases decisivas en los protocolos de combate contra las catástrofes», pero convino en que no se le puede decir que fuera su política económica la que causara el «incendio».
Escepticismo
El caso es que ante la propuesta de diálogo de Rodríguez Zapatero para «agilizar reformas» todo fue escepticismo: Rajoy negó que el Ejecutivo haya pedido nunca su colaboración («lo que pide usted es la complicidad con una política que ha acreditado ruinosas consecuencias», dijo); Duran i Lleida insistió en que lo que hace falta es un pacto de Estado al estilo del de La Moncloa, y el representante de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, le acusó de «seguir poniendo sordina a la gravedad de la crisis».
Tan vapuleado se sintió el presidente del Gobierno que arrancó su turno de réplica con la promesa de mantener intacta su oferta de colaboración pese a las «críticas y adjetivos» de todos los grupos parlamentarios. Porque, dijo, «estos debates deben tener una utilidad más allá del desahogo de cada grupo parlamentario».
Incluso cayó en la tentación de rejonear a Mariano Rajoy con los problemas del PP, algo que ha ordenado a los suyos que no hagan. «Comprendo que venga cargado -le espetó-, pero no la pague conmigo».
Los fontaneros de La Moncloa prefirieron mirar hacia otro lado y, en los pasillos de la Cámara, en lugar de hablar del debate, animaron a centrar la atención en las filas del PP.