Sociedad

Eluana se muere sin esperar a Berlusconi

Falleció ayer, contra todo pronóstico, cuatro días después de la suspensión de agua y alimento mientras el Parlamento empezaba la carrera legal por evitarlo

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Eluana Englaro por fin descansa en paz. Murió ayer a las ocho de la tarde, en contra de todas las previsiones, cuando el circo político entraba en su apogeo y al menos se evitó la parte final del penoso espectáculo en que se había convertido su caso. Después de 17 años en estado vegetativo y tras serle retirada la alimentación e hidratación el viernes, con el aval de una sentencia del Tribunal Supremo, falleció a las 20.10 horas. Ha sido tres días y medio después de la suspensión del sustento artificial, cuando se hablaba de 15 días o incluso un mes de agonía. La noticia congeló, con toda su carga de realidad, la palabrería del Senado justo cuando comenzaba el maratoniano debate nocturno de una ley improvisada a toda prisa para impedir su muerte y que iba a estar lista mañana. El presidente interrumpió la sesión y hubo un minuto de silencio. Al fin, los políticos callaron. Fueron sólo 60 segundos, porque luego se desencadenó una bronca monumental. La demagogia volvió por la puerta grande con acusaciones inmediatas de la derecha a la izquierda de haber matado a Eluana. Es decir, el nivel fue el esperado, lamentable. El Vaticano tampoco esperó para alzar su voz: «Que el Señor acoja y perdone a quien la ha llevado a este punto», dijo a la media hora el ministro de Sanidad de la Santa Sede, el cardenal Javier Lozano Barragán.

De este modo se frenó en seco la alocada carrera del Gobierno de centro-derecha de Silvio Berlusconi por impedir a última hora la muerte de Eluana, una maniobra saturada de populismo, pues la sentencia del Supremo se conocía desde hace casi año y medio. Comenzó el viernes, con un decreto de urgencia aprobado por el Ejecutivo, a sabiendas de que el presidente de la República, Giorgio Napolitano, se negaría a firmarlo por ser inconstitucional. El Cavaliere recurrió entonces a una ley, con un trámite parlamentario acelerado, que arrancó ayer en el Senado sin que hubiera ninguna certeza, ni legal ni médica, de que fuera a servir para nada, salvo para continuar la función.

Algunos expertos ya habían señalado el día de hoy como el primero posible para la muerte de Eluana, pero en general se había situado en el jueves o el viernes, no ya el fallecimiento, sino el último momento para restablecer la alimentación. Ayer mismo el equipo médico comunicaba que las condiciones de la paciente eran «óptimas» y destacaban su fortaleza, pues era una mujer sana. Aunque el neurólogo que la atendía, Carlo Alberto Defanti, ya era escéptico ayer con la posibilidad de que la ley llegara a tiempo. «Podría haber daños irreparables mucho antes, por lo demás ellos lo saben perfectamente», dijo en referencia a los políticos. Ahora estos cálculos son vanos. Del mismo modo, en todo caso, las dudas aguardaban a la ley que iba a salir del Parlamento mañana, pues varios juristas advertían que podía ser inaplicable.

Lo poco que se vio ayer de la carrera en el Parlamento dejó claro que iba a ser un embrollo formidable, pues las cámaras no son una mera máquina expendedora de textos que se pueda forzar a placer del primer ministro. El texto pergeñado, pensado expresamente para el caso de Eluana, prohibía la suspensión de la alimentación de pacientes «incapaces de valerse por sí mismos», en espera de una ley sobre el testamento biológico. Pronto se alzaron voces para señalar que la alimentación de Eluana ya había sido suspendida y, por tanto, quedaría fuera del efecto de la ley. Muchas otras advirtieron que la definición de los pacientes afectados era tan vaga que incumbía también a pacientes conscientes, a los que se impondría una terapia, en contra de la ética médica y la propia Constitución. Con estos errores de bulto de partida, empezó la jornada. A buen seguro, la muerte de Eluana ha privado de nuevos ridículos al Parlamento italiano.

El repentino fin de esta historia ha evitado los previsibles conflictos que se avecinaban y amenazaban con agravar aún más la crisis institucional sin precedentes abierta en Italia. Una secuela política que nada tiene que ver con Eluana pero que queda ahora como el sucio rastro del uso político de su caso.