Bultitos a la americana
Actualizado: GuardarLos chavales se molan mucho a sí mismos cuando se miran de reojo en el retrovisor del Hyundai, con la gorrita rapera vuelta sobre la frente, la colilla del canuto adornándoles la mueca, y una pistola, aunque sea de juguete, haciéndoles presión en la entrepierna. El caso de los bultitos de Chiclana que querían ser como Eminen –pero en cateto–, ha puesto en Youtube lo que ya sospechaban los sociólogos: la imbecilidad tiene una sorprendente capacidad para traspasar fronteras y hacerse fuerte hasta en la última esquinita del planeta. Las imágenes de los Rio Iro Kings dando vueltecitas con el coche sobre un fondo disperso en el que casi pueden leerse las ofertas de Pescadería Pepe o el clásico Hay caracoles, dan la medida del ridículo tan espantoso que cualquiera puede hacer cuando rechaza de plano la cultura propia y asimila, de mala manera, los retales de una extraña. Ocurre algo parecido, aunque a otros niveles, con los pobrecitos que estudian Medicina para trabajar con Clooney en Urgencias, con los polis que investigarán espectaculares robos de gallinas en CSI Coripe –pero aún no lo saben–, o incluso con los profesionales que, en vez de fumarse un piti, se marcan un time y dicen que necesitan energy antes de hincarle el diente al mollete.
Los colegios están llenos de crías con camisetas que rezan I’m a bicht, el garaje vibra con la música de Little Dicks, y todos sueñan con una hermosa casita en las afueras de Los Ángeles. Después pasa lo que pasa y la decepción se los come. Un día cualquiera se dan cuenta de que se llaman Cristobalina o Bernardo, viven en la Calle de la Virgen Santa, trabajan en Repuestos Macario, y entonces sólo les queda mirarse al espejo y gritar: ¡Fucking loser!