Adelantar el curso o cambiar de conversación
El anuncio del adelanto del comienzo del curso por parte de la Junta de Andalucía ha traído la polémica a la enseñanza. De un lado las organizaciones de padres --a favor de la medida- entienden que al disponer sus hijos de más horas lectivas redundará en una mayor adquisición de conocimientos. Del otro, los sindicatos profesionales -en contra- interpretan que son medidas de cara a la galería que no hacen frente a los verdaderos problemas estructurales de la enseñanza en Andalucía, necesitada de mayores recursos, menor ratio y más asignaciones para profesores sustitutos.
Actualizado: Guardar¿Es la cantidad de horas lectivas el debate que la enseñanza andaluza necesita? Creo que tienen razón los sindicatos de profesores cuando dicen que no. Pero en mi opinión hay un error detrás de las actitudes de unos y otros: la idea de que la cantidad produce calidad. Cantidad en tiempo, y sobre todo, en dinero. Según esto, la multiplicación de los fondos que la Junta destina a los centros resolvería los problemas de la enseñanza. Y no es así. En realidad eso es lo que se viene haciendo de años y seguimos igual. El bucle se eterniza porque siempre queda alguna escasez a la que agarrarse para señalar de nuevo al dinero como el principal problema.
En Andalucía hay una legión de cualificados profesionales que trabajan el día a día con diligencia y buen hacer. Pese a todo, el resultado final del conjunto deja mucho que desear. Para qué recordar aquí algunos informes sobre el fracaso educativo español y andaluz que están en la mente de todos.
La conclusión no puede ser otra: el sistema educativo y el paradigma de incentivos de la enseñanza andaluza y española tienen que cambiar. Ese es el verdadero debate pendiente, más importante si cabe en estos graves momentos de crisis, necesitados de una educación eficaz.
Ya sé que la ideología posmoderna nacida en el 68 que ha implantado los ideales de vida lúdica, igualitarismo y confusión entre necesidades y derechos ha procurado mucho daño a la escuela. Yo mismo tendría que pedir disculpas por mi parte alícuota de responsabilidad en ser pionero en la defensa de tales patrañas. Me sobraba juventud y me faltaban lecturas. Pero esas ideas han germinado en un campo de abono propicio: el de unos centros educativos monopolísticos obligados a estar más pendientes del paisaje burocrático-político que de atender a las necesidades de sus verdaderos clientes, los estudiantes y sus familias. La razón estriba en que los centros reciben sus asignaciones independientemente de lo adecuado de sus resultados y de la satisfacción de aquellos que reciben su enseñanza.
La solución que comienza a abrirse paso en las sociedades abiertas está en la introducción de un sistema de competencia que obligue a atender los intereses de los educandos. ¿Han oído hablar del cheque escolar? Se trata de un bono entregado a los padres para que decidan a qué centro, publico o privado, quieren enviar a sus hijos. ¿Se imaginan qué revulsivo para unos centros que tendrían la necesidad de atraer a unas familias que tienen en sus manos el poder de decisión? Ningún equipo de expertos planificaría mejor la excelencia que la soberanía de los padres, cuya decisión reforzaría a los centros de calidad en detrimento de los de mayor fracaso, premiados por el actual sistema con generosos recursos de los contribuyentes. Por otra parte, ya no sólo podrían elegir escuela libremente los pudientes, como sucede ahora, sino todo el mundo, especialmente esos alumnos motivados que deben acudir a centros suburbiales consagrados a la marginación. De paso, solucionaríamos el grave problema de la lengua española en las escuelas nacionalistas y el de la tendencia de los políticos al adoctrinamiento.
El debate no está en una fase previa o utópica. El sistema ya se ha implantado con éxito en Nueva Zelanda, Chile, algunos estados americanos, Dinamarca y Suecia (¿sí, sí, Suecia; lo implantaron los liberales sin que los socialdemócratas lo hayan derogado!).
«Le travail, l´autorité, le mérite..» clamaba Sarkozy para la enseñanza. No está mal. Libertad añadiría yo. Pero para debatir sobre esto primero tenemos que cambiar de conversación.