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SIEMPRE PRESENTE. Tres jóvenes iraníes pasan ante un gran cartel conmemorativo del ayatolá Jomeini y del Ejército, en una imagen de archivo. / REUTERS
MUNDO

Las cuentas pendientes de Irán

Tres décadas después del regreso de Jomeini la población persa mezcla nostalgia y desencanto al ver que muchas promesas no se han cumplido

MIKEL AYESTARAN
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¿Qué hacía usted en 1979? La pregunta provoca en los iraníes sentimientos enfrentados. Algunos se sienten orgullosos de lo conseguido en este tiempo y destacan los valores islámicos implantados en la sociedad. Otros lamentan en voz baja haber entregado el país a unos clérigos que no han cumplido con las expectativas prometidas de «libertad, democracia y progreso», los tres pilares revolucionarios. Pero todos, sin excepción, recuerdan unos días de extraordinario dinamismo en el que toda una nación se echó a la calle para acabar con el régimen del sha Mohamed Reza Pahlevi, que terminó huyendo por la puerta trasera.

Decenas de grupos de diferente línea política y religiosa se unieron contra los excesos de aquel régimen. Cada una de esas facciones tenía en su mente una imagen de Irán diferente, pero, al final, todos ellos, uno tras otro, fueron perdiendo fuerza frente a las corrientes religiosas islámicas, que en pocos meses monopolizaron la revolución. Bajo la premisa de «ni Oriente, ni Occidente, República Islámica», el imán Jomeini dio un giro a la historia de esta cultura milenaria. El carismático clérigo, que en las entrevistas que concedía en su exilio francés aseguraba que no era su intención inmiscuirse en la política, cambió su opinión rápidamente «por deseo del pueblo», dijo, y acabó convirtiéndose en líder supremo del nuevo sistema.

El trigésimo aniversario revolucionario es el único asunto tratado en los canales públicos de televisión. Las calles están perfectamente engalanadas para la ocasión con banderas y fotos de Jomeini, pero el fervor oficial contrasta con una población más preocupada por la imparable subida de los precios. Las elecciones presidenciales del 12 de junio -el ex presidente y reformista Mohamed Jatamí confirmó ayer que se presentará a los comicios- y la llegada de Barack Obama al poder marcan el presente de un sistema complejo que lleva tres décadas viviendo en la sospecha de un posible ataque de Estados Unidos. Por primera vez, sin embargo, se rompe el tabú del acercamiento al Gran Satán y se atisba la posibilidad de cierto cambio. Éstas son las historias personales de cinco iraníes, de distinta sensibilidad, religión, trayectoria y posición social, que repasan estos años bajo el denominador común de la revolución.

DAVOUD HERMIDAS BAVAND

Profesor de Derecho Internacional

«Los religiosos se hicieron los dueños»

Davoud es el reformista clásico iraní. Un sector social muy importante en este país, aunque por el momento no parece que le pueda ser fácil acceder al poder desde el que llevar adelante su programa de cambio tranquilo. Estuvo con la revolución... hasta que llegó el desengaño por su rumbo fundamentalista. «Estaba en Nueva York porque formaba parte de la misión de Irán en Naciones Unidas. Todos nos esperábamos un cambio de régimen porque la dictadura del sha era insostenible. Por eso abrazamos la revolución. Volví a Teherán y me dieron un buen puesto en el Ministerio de Asuntos Exteriores, pero en menos de dos años pedí la jubilación y comencé mi carrera académica. No fui víctima de la purga, me quité del medio antes de que ellos me echaran».

«La toma de la Embajada norteamericana y la guerra con Irak terminaron por hacer a los grupos religiosos dueños de todo», prosigue. «Les dieron motivos para justificar todas sus medidas. No se cumplieron nuestras expectativas, aquella revolución no trajo la democracia soñada. Treinta años después, como le ha pasado a Estados Unidos, necesitamos un cambio que haga a la gente recuperar la esperanza. Ahora nos queda trabajar desde dentro para intentar mejorar el sistema. Por eso es importante que los fundamentalistas no vuelvan a hacerse con el poder en las próximas elecciones. Irán se sostiene sobre dos pilares fundamentales, el islam y el interés nacional. Por ahora se ha priorizado el islam por encima de todo y vemos como los dirigentes actuales están cada día más apartados de un pueblo con el que apenas cuentan».

Y añade: «He estado dos años sin poder salir del país, he tenido que comparecer varias veces ante la Justicia por mis tesis reformistas, pero ya, a mi edad, no tengo miedo a decir lo que pienso. Espero a las próximas elecciones sin perder la esperanza y creo que una candidatura fuerte reformista puede animar de nuevo a la gente a votar para acabar con estos cuatro años de fundamentalismo. Es hora de replantearse las relaciones con Occidente, pero me da miedo que sea demasiado tarde y que la indiferencia se haya apoderado de los ciudadanos».

SIAMAK MARA-SEDQ

Representante judío en el Parlamento

«Fue la revolución de todos»

Irán es un país de importantes minorías, entre ellas la judía. El número de hebreos se ha reducido sustancialmente desde 1979. Pero aún queda una colonia hebrea que opta por compartir los objetivos del régimen islámico. Así nos lo explica Siamak: «En el régimen anterior había cientos de presos políticos judíos, así que nuestra comunidad tomó parte en las protestas, al igual que el resto de iraníes. Hice todo lo que un chico de trece años podía hacer, pero debe quedar claro que aquella no fue una revolución exclusivamente musulmana, todos nos echamos a la calle. Y si fue la opción islámica la que triunfó fue porque se trata de una parte muy importante de nuestra historia y porque la mayoría de la población quería que los valores islámicos se impusieran sobre los valores occidentales promocionados por el sha».

«Fue un éxito rotundo, en pocos meses dejamos de ser una marioneta de Estados Unidos y logramos la independencia. Dentro de este sistema los judíos, junto a los zoroastrianos y cristianos, gozamos de libertad de credo e incluso tenemos representación parlamentaria. Rezamos en hebreo, pero pensamos en farsi, somos parte de este país, de esta revolución y queremos morir en este lugar donde el pueblo judío vive desde hace 2.700 años. Que nadie piense que Irán es un país antisemita, ni mucho menos, la República Islámica se opone al sionismo, como nosotros. Pensamos que el hecho de haber sido víctimas de un holocausto no da carta blanca a los judíos de Israel para hacer lo propio con los palestinos. Nos movilizamos en contra de la masacre de Gaza como el resto del país, pero también llevamos la contraria abiertamente a la política negacionista de Mahmud Ahmadineyad. Lo que debe quedar claro es que se trata del punto de vista personal del presidente, no de la política oficial del Gobierno», relata.

«Mi futuro está aquí. Es cierto que somos tres veces menos que en 1979, pero como he dicho al comienzo, nos afectan las mismas dinámicas que al resto de la sociedad y dentro de la fuerte emigración provocada por la inestabilidad revolucionaria del comienzo buena parte de los judíos salieron hacia Estados Unidos y Europa. Menos de cien judíos iraníes han emigrado a Israel en estos treinta años».

MOQTADA ARAB MAZAR

Líder universitario basiyí

«Perdí la ocasión de ver al imán en persona»

Moqtada es uno de esos jóvenes ciegamente entregados a preservar el legado de Jomeini. De manera absoluta e incondicional. «Un basiyí es quien vela por el cumplimiento de las enseñanzas que nos dejó el imán Jomeini y trata de expandir esa enseñanza por el mundo. Tengo veintidós años y lamento profundamente no haber estado presente durante aquellos gloriosos días de 1979, porque perdí la oportunidad de ver al imán en persona. Pero me siento orgulloso del trabajo que hago para conservar su memoria y su espíritu revolucionario. Un espíritu que he heredado de mis padres, ambos tomaron parte activa en las protestas, mi madre volvió incluso del extranjero para poner su granito de arena. Formaban parte de organizaciones islámicas y yo, hace dos años, decidí seguir sus pasos enrolándome en el basij».

«Somos más de veinte millones de basij, de los catorce años hasta la muerte -comenta-, y estamos dispuestos a dar nuestras vidas por este país como ya demostramos hace unas semanas cuando más de setenta mil nos apuntamos en una lista para acudir en auxilio de nuestros hermanos de Hamás en Gaza. Desde Occidente, e incluso una parte de la sociedad iraní, nos ven como terroristas, nos tienen miedo, pero es porque no nos conocen de verdad, no saben todo el trabajo que realizamos y sólo se fijan en los aspectos militares del basij. Permaneceremos siempre fieles al líder supremo».

FARANAK ATIF

Sindicato Internacional de Periodistas

«Aún me emociono con aquellas canciones»

Faranak es periodista y crítica con las numerosas cortapisas que el régimen impone a su profesión. Pero asume plenamente los valores islámicos de la revolución que aún recuerda como un gran acontecimiento, arraigado en su más profunda memoria sentimental: «Tenía siete años y estaba en mi primer año en el colegio. Un día, camino de clase, vi a un hombre leyendo un periódico y pude leer El sha se marchó. Tengo esas letras impresas en mi cabeza. Mi familia estaba con la revolución; mi padre, que había sido detenido por las fuerzas del orden del sha, formaba parte de los puestos de control improvisados que se montaron aquellos días por los diferentes comités. Otra de las imágenes que tengo marcadas es la del primer día en que Jomeini apareció en televisión, y mi madre lloraba y gritaba no es una foto, ya está aquí, es de carne y hueso. Era una emoción difícil de explicar, algo irracional que les hizo volcarse a mis padres, como a millones de iraníes, en el proyecto revolucionario», rememora.

«Para mí no supuso un cambio la llegada de la Administración islámica porque esos valores ya estaban bien asentados en mi casa. Con los años el fervor del inicio fue decayendo, como es lógico, pero aún me emociono al escuchar las canciones revolucionarias de aquellos días de mi infancia. Treinta años después las autoridades han conseguido consolidar la legislación islámica, es su gran éxito, y yo trabajo como periodista. No es fácil. Es cierto que se cierran periódicos por discrepancias con las autoridades, pero la vocación es la vocación y la gente va recolocándose donde puede. Se cierran unos y se van abriendo otros».

Faranak prosigue diciendo que «respecto a mi papel como mujer, también creo que estamos mejor que en los años del sha, cuando el sistema era absolutamente feudal y era impensable ver el número de mujeres que hay actualmente en las universidades, que supera al de hombres. Se trata más de un asunto cultural -que el país ha ido superando- que de otra cosa».

BEHROUZ AFKHAMI

Director de cine

«Luché con mi cámara al hombro»

Adora a Jomeini. Dice que formó parte del antiguo Parlamento reformista, pero defiende a capa y espada el estilo islámico del régimen que considera un «modelo» para todo el mundo musulmán en contraposición al difundido por Al-Qaeda. «Había terminado hacía muy poco mis estudios en la Facultad de Imagen y Sonido y estaba de viaje con unos amigos en Shiraz, al sur del país -relata-, cuando empezó la revolución. Una semana después regresamos y encontramos una ciudad sumida en el caos, sin ley y con bandas de delincuentes operando a sus anchas por todos lados. La anarquía se apoderó de Teherán. Yo me presenté en la televisión y pronto me dieron trabajo, luché con mi cámara al hombro cubriendo los eventos que llevaron al país hasta la República Islámica».

«Pude ver al imán en tres ocasiones -dice eufórico-, una de ellas muy de cerca, y desde ese momento me propuse hacer una película sobre su vida. Comencé a amarlo y hoy sigo amándolo. Ya he filmado dos, ambas a punto de estrenarse. Creo que Irán ha dado el salto a la era moderna gracias a esta revolución. No he tenido problemas con las autoridades para la filmación y el segundo de los proyectos hubiera contado incluso con una banda sonora de Ennio Morricone si no hubiera sido por la presión estadounidense».

«Nos hemos convertido -asegura convencido este fiel seguidor del supremo líder- en modelo para el mundo islámico como oposición al islam difundido por grupos como Al-Qaeda, creados para ofrecer una imagen negativa mundial de los musulmanes. He combinado el arte con la política y durante cuatro años formé parte de último Parlamento reformista, pero me di cuenta de que lo mío son las películas, no la política».