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La ultraderecha recoge la frustración
El líder de Israel Beitenu, Avigdor Lieberman, sube como la espuma en las últimas encuestas y es cortejado sin disimulo por Netanyahu y Livni
Actualizado: GuardarPasaba por ser la campaña más somnífera, descafeinada y previsible de la historia de Israel... hasta que Avigdor Lieberman irrumpió en lo alto de las encuestas. A sólo 72 horas de las elecciones, las afiladas plumas de los más reputados analistas de la prensa de Tel Aviv acribillaban despiadadas al que parecía el virtual vencedor, Benjamin Netanyahu, y su rival Tzipi Livni -los jefes de los dos grandes partidos judíos-, por haber catapultado con sus políticas vacías a un líder ultraderechista, xenófobo y sospechoso de actos criminales hasta el cielo de la popularidad.
Eso sucedió el pasado el viernes, cuando los sondeos de opinión finales sorprendieron a casi todos vaticinando que Lieberman convertirá a la formación que lidera, Israel Beitenu, en la tercera fuerza política del país y dispondrá de la llave del futuro Gobierno hebreo que saldrá de las urnas en la cita del próximo martes. Ayer, sus huestes le recibían en la ciudad de Nazrat Illit, situada en el corazón de la Galilea poblada por árabes israelíes, con el saludo desbordado de «aquí llega el próximo primer ministro». Y al grito eufórico de «muerte a los árabes». A él se unía el eslogan del que ha hecho gala su líder durante toda la campaña: «Sin lealtad, no hay nacionalidad».
Todo este panorama pone los pelos de punta, pero en su casa y en la de sus adversarios, saben que Lieberman se ha agigantado, precisamente, porque ha sabido capitalizar como nadie la ira, la frustración y el miedo crecidos entre los ciudadanos de Israel a resultas de la reciente ofensiva militar en Gaza, que todos coinciden en que se ha cerrado en falso. Mientras los partidos árabes con escaños en el Parlamento mostraban su solidaridad con Hamás durante la contienda, el mensaje de este inmigrante ruso reclamando que todos los de esa nacionalidad suscriban una declaración de fidelidad al Estado judío como condición para disfrutar de la ciudadanía, calaba incluso entre el electorado de corte laico.
Discurso rotundo
El discurso rotundo de este político nacido en la extinta URSS, insistiendo en que la democracia pasa por exigir a las minorías las mismas obligaciones que a los judíos o por expulsarlas directamente de Israel, cautivaba. Y hacía palidecer, por borrosos y políticamente correctos en comparación, los argumentos de Netanyahu, el duro, y Livni, la intrépida belicosa.
«Mucha gente ve en Lieberman a quien salvará la nación de un terror eterno, debido a la incapacidad o falta de voluntad de los actuales líderes para derrotarlo, como se ha demostrado en el último mes», sentenciaba en el diario 'Haaretz' el columnista Israel Harel. De ahí que, de sus actuales once escaños, las encuestas le estén dando un impulso que le sitúan en los veintiuno.
Con toda probabilidad, ni el Likud ni Kadima sacarán el martes de las urnas más de treinta representantes, lo que supone una cuarta parte de los escaños del Parlamento (Knesset). No habilidad, sino pura alquimia política, le hará falta a Netanyahu para cuajar una coalición en la que ya ha comprometido carteras y parabienes al ultraortodoxo Shas -cuyo programa entra en contradicción frontal con la agenda civil de Lieberman- y en la que querría al laborista Ehud Barak como ministro de Defensa.
Si es Livni quien triunfa, necesitará a cualquier precio al Israel Beitenu, y un Lieberman fuerte amenaza las negociaciones con los palestinos y la fiesta en paz con Barak Obama. La combinación hace temblar: 'La princesa e Iván, el Terrible', titulaba Yoel Marcus su análisis sobre la volatilidad de un gabinete integrado por una «inexperta» y «un demonio que está convirtiendo el país en un bastión del apartheid».
Incluso si Lieberman consigue alcanzar lo que los sondeos anuncian, sus propuestas más tóxicas no se llevarán a cabo. Aunque, bien es cierto, que ni 'Bibi' ni Livni podrán desentenderse del espíritu político del Israel Beitenu si arrolla en las urnas. Ambos le han cortejado en público sin disimulo, como si las votaciones del martes sólo fueran un trámite y la verdadera carrera empezara después. Se espera una final de infarto.