PREMIADOS. Los alumnos galardonados con el Premios de Fin de Carrera, posan ante el Ayuntamiento de Cádiz. / C. C.
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Cuando el sacrificio compensa

Los galardonados con el Premio Nacional de Fin de Carrera y el Tomás de Aquino advierten que, a diferencia de otros países, las empresas españolas siguen sin valorar los méritos académicos

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Sus expedientes académicos se encuentran entre los mejores de España. Sin embargo, quieren romper el mito de que son personas encerradas en un pequeño habitáculo lleno de libros, apuntes y notas. Aseguran que han tenido que realizar «algún que otro sacrificio», pero no han dejado de dedicarle tiempo a la familia y a los amigos. Y es que, los estudios se pueden compatibilizar con el tiempo libre si hay buena organización y si se sabe aprovechar.

Se trata de una rutina que conocen bien estos cinco antiguos estudiantes de la Universidad de Cádiz, que han conseguido tanto menciones como premios nacionales de fin de carrera. Los principales reconocimientos recayeron en Pablo Lara, licenciado en Ciencias Ambientales, y Javier Villegas, diplomado en Ingeniería Técnica Industrial.

El primero no es nuevo en estas lides ya que también consiguió el primer premio en el año 2000 al finalizar Ciencias del Mar. Actualmente reside en Nueva York, gracias a una beca que obtuvo para un proyecto de investigación. A pesar de tener sólo 30 años cuenta en su haber con 20 publicaciones y varios proyectos, a lo que también hay que sumar un premio nacional de doctorado de la Real Academia de Autores.

Un camino por delante

Aunque parezca que este joven granadino, que ha vivido durante varios años en Cádiz, tiene su futuro enfilado, él afirma que «no es tan fácil, porque para nada tengo asegurada alguna plaza de investigador o de profesor titular. Tengo la misma incertidumbre laboral que el resto de personas», reconoce. «Es cierto que los premios ayudan, pero no te resuelven nada», añade para fijar su mensaje.

Por su parte, Villegas está estudiando actualmente en Sevilla el último curso de la licenciatura de Ingeniería Industrial. Este joven isleño de 22 años aún no tiene claro el paso que va a dar cuando acabe la carrera, pues duda entre hacer un máster, el doctorado o empezar a trabajar en una empresa privada.

Al igual que Lara opina que los buenos expedientes «al menos en España» no te resuelven la vida. Al contrario de lo que pueda ocurrir en otros países, «donde las empresas se pelean por tener a los mejores, en España no se valora tanto el esfuerzo que supone tener un buen expediente», denuncia Villegas. «Tengo que mandar mi currículum como todos. ¿Claro que les llama la atención y se ponen en contacto!, pero no te ofrecen contratos así como así», explica.

A su corta edad ya ha obtenido varias becas como la de la Asociación Andaluza de Investigación, dentro del departamento de Ingeniería Eléctrica. Su ilusión es quedarse y trabajar en Cádiz, «para intentar así que la provincia remonte el vuelo, ya que si todos nos vamos fuera, a pesar de tener más oportunidades, Cádiz seguirá estancada», asegura.

Algunos sacrificios

Una vez que finalizó el instituto, Villegas tuvo que tomar una determinación: encaminar su carrera por el fútbol (ya que tenía una oferta del Sevilla para recalar en su equipo juvenil) o continuar con los estudios. Decidió lo segundo. «Es el único sacrificio que he realizado por los estudios», afirma.

El deporte, sin embargo, no está reñido con tener una buena mente y es algo que también demuestra José Luis Pérez, que nació en Vigo, pero vive en Jerez desde pequeño. Ha obtenido una mención especial en Ingeniería Química y actualmente imparte clases de Matemáticas en el instituto Doctora Josefa de los Reyes, en Jerez. Aunque está «muy contento» con la labor que está realizando, José Luis no descarta cambiar una pizarra llena de fórmulas por tácticas de fútbol. Y es que pretende realizar el curso de entrenador profesional, «porque me apasiona el fútbol». Asegura que los estudios a veces «te quitan tiempo para otras cosas» y alude a la comprensión de su familia, sus amigos y su novia, a la que quiere «dar especial protagonismo, pues sin ella no habría sacado estas notas; el premio se lo tenían que haber dado a ella».

Una comprensión a la que también hace mención Milagrosa Agüera, licenciada en Administración y Dirección de Empresas. Espera las notas del tercer examen de las oposiciones para ser técnico de Hacienda, aunque en la primera prueba ya logró la mejor nota de las 1.600 personas que se presentaron. Los estudios le han ocupado mucho tiempo, pero afirma que no recuerda un verano en el que haya tenido que coger los libros. Sí es cierto que la Navidad la pasa «muy mal», sobre todo «éstas últimas con las oposiciones».

De los veranos libres también ha disfrutado la gaditana Pamina Fernández, que ha sacado una nota media de 3,65 sobre 4 en Filología Clásica. Ha acabado la carrera con 21 años. Ya en 2º de ESO la adelantaron directamente a 4º curso: un gran salto al que, dice, «no costó adaptarse». Desde pequeña tenía claro qué «quería hacer, pues me encanta el griego y el latín y me gustaría ser docente en la Universidad, aunque sé que es difícil».

Tomás de Aquino

Otros que conocen bien la dificultad de compatibilizar vida familiar y estudios son los que han obtenido el reconocimiento de los premios Tomás de Aquino.

José María Palacio lo obtuvo por su doctorado en Química y ahora ha conseguido una beca para realizar investigaciones en Italia durante seis meses. Hace sólo dos meses fue padre y «voy a estar lejos mucho tiempo», reconoce.

Ana María Pacheco, obtuvo el Tomás de Aquino por su licenciatura en Matemáticas, y ahora ha logrado un Plan Propio de la Universidad de Sevilla para realizar su tesis doctoral. Asegura que los estudios «requieren muchos sacrificios, pero merecen la pena, lo importante es hacer algo que te guste». De falta de tiempo entiende Carmelo Benito, pues a sus 46 años ha sido galardonado por terminar Gestión y Administración Pública. El problema es que «soy de Sevilla y trabajo allí», recuerda, por lo que tenía que viajar a Cádiz a diario. «En todo este tiempo, hasta en vacaciones, me he levantado a las seis de la mañana, así cuando mis niñas se despertaban ya llevaba cinco horas estudiando y tenía tiempo para ellas».