Viernes de oración y peleas de perro
Los jóvenes afganos se radicalizan ante los ataques a Gaza y la presencia de tropas extranjeras
Actualizado: GuardarViernes de oración en la mezquita de Wazir Akbar Khan, en Kabul. Adultos tocados con el 'pakol' (gorro afgano) y jóvenes vestidos a la occidental inundan la entrada. Entre risas, pasan de largo ante los niños que limpian las botas de los fieles y las mujeres que, enjauladas en sus 'burkas', piden limosna de rodillas.
Mientras unos hacen sus abluciones, otros contemplan los carteles que se acaban de colocar con fotografías de las víctimas de los bombardeos en Gaza. «¿Es que no tienen hijos?», pregunta uno con la imagen de una niña envuelta en un sudario. Tan desgarradoras imágenes eclipsan el discurso del mulá. «Todos los musulmanes deberíamos unirnos para frenar la muerte de inocentes en Gaza», explica Najibullah, un joven de 18 años que asegura estar «pensando en ir a luchar a Palestina porque están dañando al islam».
Curiosamente, Najibullah no es un talibán ni nada parecido. Su padre es coronel del Ejército, viste a la occidental y le gustan las películas americanas. Pero, como miles de jóvenes afganos, Najibullah se está radicalizando a medida que presencia la impunidad de los ataques israelíes y los desmanes de las tropas extranjeras en Afganistán. Como sus compatriotas, Najibullah se ha acostumbrado a que la guerra sea el estado natural de su país.
Los afganos compaginan su amabilidad y hospitalidad con el espíritu de lucha. De hecho, el combate preside todos sus juegos tradicionales: las peleas de perros, gallos, camellos y hasta las cometas, donde una tela vuela tan alto como se pueda y, de paso, corta el hilo de las demás.
En este ancestral clima de violencia, la agresividad estaba ayer a flor de piel en las multitudinarias peleas de perros de Badan Bagh. Desde las ocho de la mañana hasta el mediodía, decenas de canes de la raza afgana (sage-koochee o perro de los nómadas) se enfrentan para regocijo de los más de 5.000 hombres. Con algunos espectadores subidos en los autobuses despanzurrados por los obuses de la guerra, la muchedumbre grita, aplaude y apuesta sus propios coches cuando los animales saltan a la arena sujetados con correas hasta por dos hombres.
Los perros afganos son fuertes, grandes y pesan más de 40 kilos. Agitando sus enormes cabezas, se ladran con fiereza unos a otros y, en cuanto son liberados de los arneses, se lanzan sobre sus rivales. Enseguida, los canes se agarran con sus afilados colmillos al pescuezo de sus oponentes hasta que uno inmoviliza al otro en el suelo. Entonces, el juez, un anciano, declara al ganador y su dueño estalla de alegría.
En un país con tan pocas diversiones como Afganistán, así de animados son los viernes de oración y peleas de perros.