Mientras llueve, la gente malvive
En este momento, mientras escribo, cae sobre Cádiz una tromba de agua y granizo. Bajo las persianas para evitar que el agua acceda al interior o que los cristales puedan verse afectados y me dispongo a escribir unas letras. Si el agua es siempre bienvenida dentro de unos límites, qué supondrá para las personas que pasan la noche en las entradas de los bancos, cajas de ahorros y centros oficiales. ¿Hasta dónde están en peligro la salud y la vida de esas personas en días de tiempo tan desapacible y violento? ¿Hasta qué punto yo/nosotros somos consentidores de un problema que, no por difícil solución, justifica nuestra pasividad? ¿Qué nos impide acercarnos a los afectados, proporcionarles medios materiales, dirigirles unas palabras de aliento, apoyar a las asociaciones que tanto bien están haciendo a los sectores marginales de la sociedad o denunciar ante las autoridades la falta de terapias de integración, de camas y de monitores sociales que penetren en el escabroso mundo de la marginación?
Actualizado: GuardarNuestra sociedad, que tanto se ha desarrollado en algunos aspectos de la vida, de la cultura y de la ciencia, está enferma, sin embargo, de ideas contradictorias, de falta de entendimiento, de polémicas barrocas, mientras el verdadero sujeto de todo proyecto de liberación, la persona, en extrema necesidad, se nos muere poco a poco en las calles, harta de frío, hambre, enfermedad, incomprensión, en la soledad más absoluta. En tiempos como éstos de crisis del sistema, los pobres y excluidos sufren con mayor rigor, una permanente y deplorable situación, sin que de ellos nos preocupemos como lo hacemos con la crisis de los bancos y los mercados. ¿Qué vamos a hacer los ciudadanos de a pie, tantas veces mudos espectadores de desórdenes sociales e injusticias como las aquí descritas?
Francisco González Vocal Consejo Diocesano de Justicia y Paz. Jerez