El voto del quinto cielo
El Shas obvia la ley electoral israelí y ofrece la salvación a quien le apoye en las urnas
Actualizado: GuardarDe repente, el octogenario rabino Ovadia Yosef aparece en televisión y con una solemnidad intrigante, narra a cámara la historia de un tipo que, a su muerte, es recibido por un dios pletórico que «por haber sido buena persona, construido sinagogas y donado dinero a las escuelas talmúdicas» le premia de improviso con una estancia eterna «en el quinto piso del cielo». Lo más. El difunto -continúa el relato del clérigo- se dirige a su privilegiado destino, preguntándose atónito en qué momento de su vida pobre se dedicó él a tales beneficencias... cuando una voz sobrehumana resuelve su confusión: «Cuando metiste en la urna la papeleta del Shas».
La campaña televisiva del más importante partido ultraortodoxo de Israel -el que se las ha arreglado para formar parte de los sucesivos gobiernos y sería socio seguro del que podría formar Benjamín Netanyahu- ha colmado la paciencia de la Comisión Electoral Central.
El órgano que vela por la corrección de los comicios generales del próximo martes se veía obligado la pasada semana a vetar uno de los anuncios en que el líder espiritual de la formación, el rabino Yosef, se dedicaba a derrochar glorificaciones divinas a cambio de votos.
«Todos los que voten al Shas -proclamaba-, sus esposas e hijos, toda su familia, serán bendecidos con riquezas, con honor, salud y renovada juventud, con fortuna, éxito y todo tipo de bienes». La ley electoral israelí, en su sección 122, prohíbe expresamente pedir el voto vía promesas de índole religiosa. El Shas ha respondido con ira: «Ninguna decisión administrativa va a evitar que la gente reciba las bendiciones de nuestro maestro», defendía el jefe político del partido y viceprimer ministro, Eli Yishai, en otro de los arranques de soberbia propios de los mandos de esta formación, que se cree por encima de todo. Y es que su sólido suelo electoral -las encuestas le dan entre 8 y 12 diputados, que son los que tiene hoy- convierte al Shas en pieza clave de cualquier coalición de gobierno israelí, que acostumbra a formarse a partir de la tortuosa suma de cuatro o cinco pequeños grupos en torno al vencedor. Y eso tiene un precio: a Netanyahu -confirmó Yishai- contar con los escaños ultraortodoxos le va a costar millones de euros en subsidios a las familias numerosas (la mayoría de las de los radicales judíos lo son), aparte de cuatro carteras ministeriales.
Población harta
La población laica de Israel está harta. El pago político al Shas ha llenado Jerusalén de autobuses segregados, ha consolidado que los más fundamentalistas puedan vivir del erario público sin trabajar o que 100.000 estudiantes talmúdicos no presten servicio en el Ejército «La sociedad secular retrocede siendo el burro en cuya espalda cabalgan los haredíes (ultraortodoxos)», ha escrito el analista Shahar Ilan, espantado ante la fortuna gastada por el actual Gobierno Olmert en reparar y construir sinagogas o baños rituales a satisfacción del Shas.
A cambio, Yosef le ha prometido el quinto cielo. Y a Israel, protección divina: las tropas en Gaza, -ha llegado a asegurar el rabino- no sufrieron bajas porque el Shas se encargó de enviarles a la matriarca judía Raquel en persona para guiarles. Y tienen muchos milagros más sólo por un voto.