Control de daños
Barack Obama centró su campaña electoral en prometer el cambio en Washington. Fue capaz de atraer muchos votos de republicanos desencantados, deseosos de dejar atrás ocho años de una Administración Bush cercada por escándalos, corruptelas e influencia excesiva de grandes empresas en el Gobierno federal. Pero en el proceso de confirmación de los miembros del Gabinete Obama y de sus más estrechos colaboradores han saltado las alarmas. En tres casos sonados, las personas propuestas no han podido ser nombradas: Bill Richardson, en Comercio; Nancy Killefer, en Ejecución del Presupuesto, y Tom Daschle, en Sanidad. En especial este último ha concentrado las iras de muchos ciudadanos hacia Wall Street, ya que se beneficiaba de estupendos regalos corporativos -limusinas, conductores, vuelos a Bahamas- y no pagaba impuestos por ello. El cuarto candidato en cuestión, Timothy Geithner, nada menos que nuevo secretario del Tesoro, ha estado a punto de irse a su casa también por no tener al día sus deudas con el fisco. Obama ha llenado el poder ejecutivo de antiguos cargos de la época Clinton, todos ellos con mucha experiencia. Y ahora queda patente que esta preferencia tenía su parte arriesgada.
Actualizado:El presidente ha tenido que hilar fino esta semana para responder a estos chascos y se ha empleado a fondo en una operación de control de daños. Ha pedido perdón por meter la pata, sin excusas y de modo muy directo, y ha vuelto a prometer que no habrá dos tipos de reglas, uno para la gente influyente y otro para los ciudadanos de a pie. Sin embargo, ha perdido algo de credibilidad. El contexto de crítica generalizada a los excesos de los directivos del mundo financiero que él mismo encabeza se ha vuelto en su contra.
Obama comenzó su mandato hablando de «codicia e irresponsabilidad» de las empresas financieras y enseguida fustigó sus «bonus vergonzosos», aunque habían contribuido de modo generoso a financiar su campaña. Esta semana ha instaurado nuevas reglas del juego, incluido una limitación en el volumen de ganancias de los ejecutivos de estas compañías. En su entorno espera que no salten más sorpresas y poder concentrarse en gobernar el país en una situación económica cada vez más complicada, en primer lugar venciendo las resistencias del Senado a su plan de estímulos. Todo ello antes de que el objetivo de crear confianza resulte una misión imposible.