El calvario de Eluana no termina
La italiana que lleva 17 años en estado vegetativo dejará de ser alimentada e hidratada a partir del viernes y puede tardar hasta un mes en fallecer
Actualizado: GuardarEl grave dilema, cada vez más frecuente para muchas familias y médicos por los adelantos técnicos, de dilucidar dónde termina la vida y empieza la muerte tiene estos días un nombre, Eluana Englaro. El calvario clínico de esta italiana de 38 años, en estado vegetal desde 1992, y el judicial de su padre, que pedía desde entonces a los tribunales el permiso para dejarla morir, puede haber comenzado su recta final y lleva el debate a su punto álgido. Con una sentencia del Tribunal Supremo italiano a su favor, el padre de Eluana la trasladó ayer en una ambulancia a una clínica de Udine, en el nordeste, que está dispuesta a aplicar la ley. Se ha ofrecido tras la renuncia de otro centro, hace dos semanas, debido a la amenaza de cierre del Gobierno, que está en contra de la decisión judicial. El viernes dejarán de alimentarla e hidratarla, con una terapia paralela de sedantes, hasta que muera de paro cardiaco. Tardará en hacerlo entre quince días y un mes, aunque el equipo médico asegura que no sufrirá.
Frente a la presión del Gobierno, la derecha, la Iglesia católica y el Vaticano, que abogan por incumplir la sentencia del Supremo, al final ha acogido a Eluana Englaro el complejo La Quiete (quietud en italiano), una residencia de ancianos de régimen autónomo y con asistencia médica concertada. El alcalde de Udine, Furio Honsell, que apoya a la familia Englaro, se ha movido para darles acogida. «Considero importante que Udine pueda dar una respuesta justa y civilizada a este caso humano», ha explicado. El consejo de administración del centro decidió por cuatro votos contra tres aceptar la paciente. Un grupo de quince médicos y enfermeros voluntarios se ha constituido en una asociación para poner fin a la vida de Eluana y se encargará de la asistencia, trámite que ha permitido saltar la burocracia y los impedimentos del ministerio de Sanidad. Han depositado ante las autoridades un informe detallado del protocolo que seguirán, para evitar posibles denuncias de eutanasia. Un guardia jurado vigila desde ayer la puerta de la habitación de Eluana.
«Murió hace 17 años»
Según el médico que dirige el equipo, Amato De Monte, Eluana no sufrirá «porque murió hace 17 años». Su cerebro, explica, está muy dañado y no puede experimentar hambre, sed ni dolor. De Monte se confesó «devastado» por este asunto «como hombre, como padre, como médico y como ciudadano». Tras hacer el viaje en ambulancia con Eluana aseguró que ha quedado impactado por la distancia entre la joven que conoce la opinión pública a través de sus fotos, captadas en su juventud, y la persona que se encontró delante. No obstante, ayer se oyeron opiniones distintas. El doctor Giuliano Dolce, experto en estos casos de prestigio internacional, aseguró que «el sufrimiento físico está probado en estos pacientes» y recordó «el largo viaje de Terry Schiavo», la paciente estadounidense que protagonizó un caso similar en 2005. El traslado de Eluana desde la clínica de Lecco, en el noroeste, donde ha permanecido ingresada estos 17 años, reabrió el lunes por la noche un nuevo capítulo del enconado debate sobre su caso. En la puerta aguardaba bajo la lluvia un pequeño grupo de activistas con pancartas contra la eutanasia y estilo visceral. «Sólo los asesinos y los ladrones actúan de noche», decía una de ellas. Algunos se arrojaron contra la ambulancia para impedirle el paso. Una de sus líderes, Antonella Vian, del movimiento Ayuda a la Vida, sostenía en las manos una botella de agua y una hogaza diciendo: «Es todo lo que necesita para vivir». La marcha de la ambulancia fue saludada con un último grito surrealista: «¿Eluana, despiértate!». Entre los manifestantes había varios políticos locales y regionales del centro-derecha. El padre de Eluana, Beppe Englaro, se limitó a guardar silencio en su coche. En su opinión, su hija murió en accidente de coche el 18 de enero de 1992, pero el proceso natural se interrumpió «con protocolos de reanimación obligatorios y no deseados». Según ha argumentado, hasta que el Supremo le ha dado la razón, su hija había manifestado en vida que si algún día se veía en una situación como la actual no deseaba vivir.
El debate, cíclico desde hace meses, llegó ayer a sus expresiones más acerbas, pues parece que se aproxima el final. El Vaticano, muy presente a lo largo del caso, se manifestó ayer de nuevo contra la decisión de la familia. El Papa, que aunque no interviene habitualmente en los asuntos de otros países lo hace a menudo en los de Italia, opinó el domingo que «la eutanasia es una falsa solución». En una entrevista, el cardenal mexicano Lozano Barragán, presidente del Pontificio Consejo para la Salud, afirmó que interrumpir la alimentación de una persona es «un asesinato abominable».
Más cautos fueron los obispos italianos, que consideraron que «más allá de las intenciones, es un acto de eutanasia» pero expresaron su «cercanía» al dolor de la familia. El secretario de la conferencia episcopal italiana, Romano Crociata, dijo que «ante el misterio de la muerte es mejor callar y rezar», y apuntó que tal vez la palabra más elocuente por parte de la Iglesia ha sido «el servicio silencioso de las monjas que han asistido a Eluana» estos 17 años en la clínica de Lecco. El Vaticano emprendió una cruzada similar en 2006 con el caso de Piergiorgio Welby, paralizado por una enfermedad degenerativa, que pidió ayuda para morir. Finalmente le fue retirada la respiración artificial y falleció, asunto por el que su anestesista, Mario Riccio, fue juzgado por homicidio. El caso fue archivado este verano. La decisión del Vaticano de negarle el funeral religioso, pedido por su mujer, católica, causó otro debate entre los propios fieles. Ricci intervino ayer sobre el caso de Eluana para aclarar que esta vez «no se trata de desconectar a nadie» y que, en su opinión, no tiene nada de extraordinario desde el punto de vista médico, sino sólo del legal y político. «Cada año mueren en Italia 30.000 pacientes en terapia intensiva y unos 16.000 por una decisión clínica de no iniciar, reducir o interrumpir las terapias», aseguró.
En realidad, el problema surge por el vacío legal de una ley sobre el testamento biológico de última voluntad, que lleva tres años atascada en el Parlamento, y ha sido colmado por una sentencia. El presidente de la República, Giorgio Napolitano, pidió ayer que se acelere esta ley y opinó que el caso Englaro «no tiene nada que ver con la eutanasia». La clase política italiana rara vez está a la altura de las circunstancias y ayer no fue una excepción. Numerosos dirigentes de la derecha agotaron el repertorio de metáforas macabras: «El verdugo se ha puesto la capucha», «Será la primera condena a muerte desde 1948»,... No obstante, otros mostraron comprensión hacia la familia, como el presidente de la Cámara de Diputados y segundo líder de la derecha, Gianfranco Fini: «Envidio a quien tiene certezas sobre el caso. Personalmente no las tengo, ni religiosas ni científicas. Creo que sólo los padres de Eluana tienen el derecho de dar una respuesta, y advierto el deber de respetarla». El primer ministro, Silvio Berlusconi, como suele ocurrir en los grandes asuntos, no tiene opinión y ayer sólo dijo: «No quiero intervenir». El centro-izquierda, en crisis desde que perdió las elecciones, siguió prácticamente desaparecido.