María kodama denuncia
No es cierto que El paraíso perdido de Milton sólo lo haya leído Milton. Lo leyó también Borges y muy probablemente la mujer de éste, María Kodama. La leyenda cuenta que el genio se desvelaba algunas noches, al no poder recordar determinado verso. Entonces, con notable inoportunidad y exquisita cortesía, le rogaba a su mujer que buscara el libro en su biblioteca. Recuerdo eso porque ahora la viuda del portentoso escritor ha delatado el tráfico ilegal de manuscritos que circula en torno a sus textos. Dicho de otra manera: hay quien está mojando pan en la salsa del muerto.
Actualizado:Borges jamás fue rico, lo que se dice rico. En vida le robaron el Nobel, que hubiera supuesto un dinero importante, pero como era aficionado al género policial quizá le hubiera divertido enterarse de que la legitimidad de los manuscritos que no escribió de su puño y letra está siendo investigada por la Interpol. Antiguamente, las vestales eran las doncellas romanas consagradas a la diosa Vesta, pero el gremio se perpetúa con las viudas de los grandes escritores. Desde Luisa Sofovich, a la que conocí allá por el año 1963, recién muerto Ramón Gómez de la Serna, he tratado más o menos superficialmente a algunas. Las admiro a todas, salvo a las que pudiéramos llamar sacerdotisas gananciales. Su admiración por el difunto es auténtica y su cariño casi póstumo por él fue verdadero.
María Kodama es además una mujer supremamente inteligente y cultísima. Una especie de gheisa intelectual y alerta. ¿Por qué le roban a los muertos? En mi bien amada Argentina se están muriendo las vacas de sed, pero tampoco se respeta a las vacas sagradas. Como en la canción de Atahualpa Yupanqui, las penas y las vaquitas se van por la misma senda, pero las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas. Valga esta lágrima penúltima por una tierra que también es la mía.