ASÍ LO VEO

El coste de oportunidad y el coste de la inoportunidad

Los individuos se encuentran a lo largo de su vida ante disyuntivas, por lo que deben tomar decisiones y estas deben basarse en la comparación de los costes y los beneficios intrínsecos y extrínsecos a cada una de ellas. El coste de oportunidad, concepto económico por excelencia, supone aquello a lo que se renuncia para obtener una cosa. Leía el otro día uno de los textos de la asignatura Educación para la ciudadanía, y decía «que las personas no nacen con un sexo determinado, además de no definir el sexo al hombre y la mujer sino que el sexo de uno y otro es fruto de una determinada concepción cultural ». Es perfectamente aplicable a la propia concepción del modelo educativo español, la teoría del coste de oportunidad. La absoluta estupidez de estudiar cuestiones como las planteadas anteriormente, supone una clamorosa pérdida de tiempo y un esfuerzo innecesario. Precisamente dos de las cuestiones trascendentales de cualquier sistema educativo que se precie. Tiempo; preparación; esfuerzo; textos adecuados, claros y convincentes, son los elementos que configuran la base de un modelo educativo eficaz y eficiente. Todos los elementos de los que carece precisamente nuestro sistema, con un problema adicional, está demostrada la relación directa entre fracaso escolar y menor grado de formación con el desempleo. En lugar de inculcar la Constitución española y los principios que la informan, los textos imperantes en la asignatura, hacen perder el tiempo al alumno, eso es lo malo y ello supone, una mala utilización del tiempo, en lugar de su uso adecuado para mejorar la formación. Es el coste de oportunidad de utilizar el tiempo en tonterías, en lugar de su uso en la formación integral e intelectual como personas.

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El mismo análisis es susceptible de ser usado con el Plan EEE de ZP. Las medidas incorporadas al plan no superan la visión del más corto plazo, gasto social que aliviará unos meses a unos pocos el problema, en lugar de la realización de inversiones en infraestructuras que promuevan la inversión productiva a la vez que en valor añadido. El Gobierno confunde el incremento del gasto público como el mejor y único de los remedios, cuando es todo lo contrario.

También, el análisis del coste de oportunidad es el adecuado para discernir sobre el concepto de productividad. Si no renunciamos a nada para seguir como estamos, la recuperación de la economía española puede ser lenta y tímida, lo que exige renunciar para siempre a todos las cargas socioeconómicas que lastran la economía española, sin importar el coste electoral que ello suponga, y se adopten y se pongan en práctica las reformas necesarias que hagan de España un país con una tasa alta de productividad. Sólo así, el crecimiento de la economía y del empleo será posible, y la productividad como índice determinante del bienestar de una sociedad, posibilitará desde la racionalidad mantener el Estado Social que propugna la Constitución española.

El coste de la inoportunidad es otra cosa. Ni mucho menos es un concepto de la clásica ortodoxia económica. Pondré un par de ejemplos. La inoportunidad de no hacer oposición contundente y resolver de forma ejemplar la crisis de los espías, mandando a más de uno y una a su puñetera casa. Pero de puñetas y togas va el final, la última garzonada, pero ahora sin Garzón, pobre Israel, ¿España un país justiciero! Señorías arreglen primero su casa, luego España y el universo déjenlo para que habiten las estrellas.