Carnaval on-line
Como a tantas otras cosas, a nuestro carnaval lo ha alcanzado el futuro. O sea, el presente. Si ya hace muchos años que nuestra ciudad se ha quedado chica para la fiesta, si hay que buscar como sea alternativas a las cuatro calles donde todo se empeta, si hay que recuperar bailes de disfraces que, a cubierto, sustituyan o complementen a la carpa móvil las noches de diluvio y hay que cuidar más y mejor tanto la limpieza de las calles como la atención a lo que se vende en alimentación (una cosa es una barra de metal en una esquina y otra una casapuerta) y la higiene de los mingitorios que siempre son escasos, ahora se le ha venido encima, también desde hace unos añitos, los nuevos medios de difusión que van más allá de la tele local o la tele autonómica. Internet, mismamente.
Actualizado:Y, claro, nos encontramos de pronto con que todo nos pilla con el pie cambiado. Entran en contradicción la naturaleza puramente popular de la fiesta con las autorías y los derechos de reproducción por lo que se paga una pasta gansa. Pero la cosa va más allá, me temo, y en el fondo estamos enfrentando al viejo juglar de toda la vida con el trovador: el que canta para todos y no se da importancia como vehículo de transmisión y el que canta para un grupo selecto que tiene mucha estima lo que hace y que además cede lo que hace para la explotación de otra gente.
Ya se ha intentado en años anteriores impedir que lo que se canta en el Falla se cuelgue en internet, bien en formato audio o, como ahora gracias a lo que se graba de la tele local, en formato video. O sea, veinte minutillos de coplas interrumpidas por los gritos, a veces demasiado estridentes, del público rendido, que los gaditanos picaítos de esto (lo que en otros ambientes se llaman frikis) atesoran como oro en paño, estén en Japón o estén en Argentina.
¿Hacen, de verdad, daño a alguien? ¿Fastidian a los autores? ¿Perjudican a la tele local? No lo tengo tan claro. No se puede decir que se esté robando la señal, ni que esa difusión gratuita de las agrupaciones (sean buenas o sean malas, que esa es otra) vaya a dejar a nuestros grupos sin contratos: todo lo contrario.
De toda la vida de Dios el carnaval ha sido folklore: o sea, sabiduría popular. Producto del pueblo y para el pueblo. Gracias a los picaítos de otros tiempos, los que se pasaban las noches en vela grabando de la radio, recopilando libretos, o tomando fotos cámara en ristre de lo que pasaba en las calles conservamos y apreciamos el carnaval de nuestra historia pasada, ese que sigue estando vivito y coleando y es memoria viva para los carnavales de nuestra historia futura.
En cuantos más sitios se guarde ese tesoro, como en la vieja Edad Media, más posibilidades tendremos de no perderlo, de conseguir que lo saboreen nuestros hijos y nuestros nietos.
Quince minutitos en Youtube, para la historia. Para que se vea el carnaval en la Calle Cobos y en Wall Street.
No es que los aficionados no deban de colgar esas imágenes en la red. Es que son los propios canales de televisión quienes tendrían que hacerlo. Por ellos mismos, para darse bola. Y por las agrupaciones y sus seguidores, para inmortalizarlos.